Observo la final de natación sincronizada y me llama la atención la fiereza en el rostro que todas las participantes dibujan cuando sacan la jeta del agua, que parece que te quieren dar un sopapo. Luego cuando salen del agua todo son sonrisas y besos, pero dentro del agua parece que odian a alguien. Yo no sé dónde radica la gracia, aunque debo reconocer que es un deporte cuyos secretos no domino „ni los teóricos ni los prácticos„, de manera que igual, para bailar en el agua hay que poner cara de mala leche. Posiblemente la cosa consista en que cada deporte, o cada actividad, exija un rostro determinado;
cara de mala leche en natación sincronizada, de superioridad moral entre escritores o filósofos, o de hormigón armado si te dedicas a la política.
