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Barreras verdes

La Palma monumental oculta por los árboles

En Ciutat se ha impuesto el axioma de que cualquier zona verde es buena. El resultado visible es el de que algunos de los edificios monumentales se han hecho invisibles.

Iniciando una caminata desde Sagrera para proseguir por Antoni Maura y Borne adentrándonos en lo mejor del casco histórico de Palma con la idea de contemplar los admirables edificios que, uno tras otro, pautan el recorrido: Consolat de la Mar, Llonja, Almudaina, Catedral, Gran Hotel, casal Solleric y algunos de los que legó el inmenso arquitecto que fue Gaspar Bennàzar, aquella se convierte, a poco que se esté atento, en una notable frustración, puesto que el viandante se da de bruces con una sucesión de barreras verdes o de otro tipo que impiden total o parcialmente la contemplación de un conjunto histórico-monumental que difícilmente puede hallarse en las ciudades europeas. El de Palma es, sin duda, uno de los más notables, pero al haberse plantado, sin ningún rigor y proyecto estético, árboles y más árboles, se da el hecho sorprendente de que tal patrimonio monumental muchas veces adquiere la capa de la invisibilidad: no puede ser contemplado en todo su esplendor a ras de calle. No parece que los sucesivos gobernantes del Consistorio de Ciutat hayan reparado en la anomalía o han preferido mirar hacia otro lado.

El arquitecto Carlos García Delgado, el autor de Queridos mallorquines, finalista en el concurso de proyectos para el Parc de la Mar, donde pretendió crear, sin lograrlo, un espacio básicamente "horizontal" que posibilitara la correcta contemplación del lienzo de las murallas y la Catedral, porque entendía que si la Seu dejaba de reflejarse en el mar no debía hacerlo en un estanque de "tarjeta postal", afirma que en Palma ha arraigado con fuerza el concepto de que cualquier zona verde es buena en sí misma, lo que, dice, es "absurdo", porque el verde no es algo bueno en sí mismo, sino que lo es dependiendo de su situación. "Un parque o unos árboles mal situados no hacen ningún bien a la ciudad", declara.

Iniciado el recorrido por Sagrera, de entrada aparece el Consolat de la Mar, en el que la muralla verde todavía no ha hecho estragos: con algunas deficiencias visuales, su contemplación es factible, pero unos metros más allá, al llegar a la Llonja, el edificio del gótico civil más importante de Mallorca y uno de los más sobresalientes del Mediterráneo, vemos la primera de las anomalías: un inmenso ficus veda, desde Sagrera, la fachada casi al completo. Si el edificio de Can Chacón, junto al Consolat de la Mar, se ve perturbado por cipreses, araucarias (árboles de pisos), pitoshporus y una savina, el ficus de la Llonja es una barrera verde infranqueable. Parece que cuando se acometió su restauración, se planteó la posibilidad de eliminarlo, pero no se atrevieron, pese a admitir que dificultaba la visión del precioso edificio.

arquitecto Bennàzar

Justo en la confluencia de Sagrera con Antoni Maura, se levanta uno de los edificios diseñados por Bennàzar, de la mejor época modernista, tapado por varios plataneros y, además, ahora acompañado por unos árboles recién plantados de crecimiento rápido y, según dicen, un tanto tóxicos. Adentrados en Antoni Maura ocurre una de las anomalías más notables: el palacio de la Almudaina, que junto con la Seu y Bellver forman el trípode monumental de Palma, no puede ser contemplado salvo su parte superior. Ficus, tecomas y diversos árboles de crecimiento rápido han conformado una pantalla vegetal en s´Hort del Rei impenetrable. El diseño del jardín, cuando se procedió, en la década de los setenta del pasado siglo, a derribar el Lírico y proceder a la restauración del palacio, se hizo para que no se impidiese su visión, pero el resultado ha sido que éste, cuando la masa arbórea adquiere toda su densidad, literalmente desaparece oculto tras la foresta. Si los naranjos hubieran sido el árbol predominante la Almudaina seguiría contemplándose íntegramente. Las incongruencias alcanzan al Parque del Mar, donde una incontrolada siembra de pinos dificulta, aunque no impide, la visión de la catedral, mientras que determinados lienzos de las murallas sí permanecen ocultos a la vista.

Alcanzado el Born, se llega al casal Solleric, otro de los más hermosos edificios que en Palma pueden ser vistos. En él las dificultades para hacerlo no provienen de los árboles, sino de los elementos publicitarios, que, a modo de banderolas, el Ayuntamiento permite que se sitúen justo delante la fachada. Es una publicidad que, auxiliada por una iluminación inadecuada, daña innecesariamente al Solleric, como lo hacen multitud de señales de tráfico y otras que en el casco antiguo estéticamente lo afean. Algunos expertos opinan que se ha gastado el dinero en sembrar árboles y más arboles sin diseñar una estrategia, sin disponer de la necesaria visión de conjunto.

El recorrido desemboca en el Gran Hotel. Con casi un siglo de historia, en él se sirvió un banquete de gala al presidente de la República, Niceto Alcalá Zamora, en los primeros años treinta, para, décadas después, pasar a ser, ya muy deteriorado, la sede del Instituto Nacional de Previsión. Al adquirirlo La Caixa, se procedió a su completa restauración, para destinarlo a sede de su obra social. Hoy es uno de los edificios modernistas más conocidos de Ciutat, situado a tiro de piedra de la sede del Tribunal Superior de Justicia, en la plaza Weyler, pero sucede que el Gran Hotel cuenta con un elemento extemporáneo que, desde abril a diciembre, impide su visión de conjunto: un inmenso platanero, uno de los cientos que existen en Palma. Nadie se ha atrevido a plantear que el platanero está en un lugar impropio, puesto que dificulta no poco la adecuada visión del Gran Hotel.

Carlos García Delgado afirma que la cuestión de las "murallas verdes" resulta compleja y que parece que nadie se la ha planteado con seriedad. "La tesis de que los elemento vegetales son buenos en una ciudad está muy arraigada -dice-, pero no se corresponde con la realidad: hay zonas verdes que son buenas y otras que no lo son, por ejemplo la situada junto al edificio de Gesa, que no sirve para nada, porque la gente no pasea por ella". García Delgado aduce que "el verdadero parque de Palma es su centro histórico, porque es por él por el que se pasea". Al preguntarle si es partidario de talar para que el conjunto histórico-monumental pueda ser contemplado sin obstáculos responde, prudente, que "al menos hay que controlar la masa arbórea, puesto que es evidente que no puede aceptarse que los árboles impidan la visión del palacio de La Almudaina". El arquitecto postula una siembra adecuada de especies, a fin de que los árboles no sean de crecimiento rápido, que se conviertan en "monstruos" que acaban por acaparar la visión impidiendo contemplar lo que se encuentra ubicado en su cercanía.

árboles de crecimiento rápido

Refiriéndose a la Llonja precisa que el arquitecto encargado de su restauración, se cuestionó la permanencia del ficus, pero que no se le dejó actuar sobre él. "Se ve que el árbol es más importante que la Llonja", ironiza García Delgado, quien precisa que fue en la época del alcalde Joan Fageda cuando se procedió a la siembra de árboles de crecimiento rápido sin seguirse un plan adecuado. "Lógicamente se deberían controlar las masas arbóreas, pero parece que no es así", aduce. En cuanto a las señalizaciones, tanto las de tráfico como las indicativas de lugares de interés, afirma que "con ellas tenemos un problema, porque es verdad que son una puñeta, puesto que degradan plásticamente el paisaje urbano".

La tesis que sostiene el arquitecto es la de que la ciudad está constituida por casas, y si se desea que éstas lleguen al mar hay que proceder a un diseño adecuado, hacer una primera línea correcta, como lo son las de Santander, San Sebastián o Niza, que poseen unas fachadas marítimas "maravillosas". Reitera que considerar que cualquier zona verde es buena, es un concepto "profundamente equivocado". "Es absurdo sostener que cualquier zona verde es buena, esté donde esté, y que un edificio es malo se sitúe donde se sitúe". "Un parque o unos árboles mal ubicados no hacen ningún bien a la ciudad, sino todo lo contrario", postula.

Hay barrios de Ciutat en los que los árboles son imprescindibles, ya sea porque los edificios no tienen ningún valor o porque han sido plantados en el lugar preciso, pero se tiene que abrir el debate si el centro histórico-monumental de Palma ha de tener una consideración distinta, si en él debería primar por encima de cualquier otra consideración la de que constituye en sí mismo el patrimonio fundamental. O lo que es lo mismo: Llonja, Almudaina, Solleric y demás edificios monumentales han de estar despojados de elementos adicionales, incluidos los árboles. En el perímetro que circunda la Seu no hay árboles; parece constatable que no hacen ninguna falta. ¿Por qué no se tiene la misma consideración con La Almudaina o la Llonja? ¿Por qué no se posibilita la visión integral de las murallas o de los edificios más sobresalientes, entre ellos los de Gaspar Bennàzar y el Gran Hotel?

Carlos García Delgado destaca que en el caso del Parc de la Mar se optó por situar un lago que en su opinión constituye una "vulgaridad", insistiendo en que una Catedral que lamentablemente había dejado de reflejarse en el mar no podía hacerlo en "un estanque de postal para turistas". Su proyecto para el Parc de la Mar era, precisa, "horizontal", y lo era por las mismas razones que se plantea la cuestión de las "barreras visuales verdes". Un parque horizontal, con unos árboles adecuados, hubiera permitido la correcta visión de toda la zona monumental que le acompaña, cosa que ahora no sucede, al menos en plenitud.

Así que la pregunta que por el momento carece de respuesta oficial es la de si hay que proceder a una tala o, al menos, drástica poda de los árboles que hoy dificultan o impiden contemplar el conjunto histórico-monumental de Ciutat en su integridad. Hay precedentes: en la Llonja se impidió proceder contra el ficus que en Sagrera bloquea casi al cien por cien su visión. García Delgado sostiene que en este caso primó el árbol sobre el edificio, lo que no deja de ser chocante si se tiene en cuenta lo que es la Llonja. El principio de que una zona verde es buena en sí misma, sin atender a ninguna consideración, es la que prima y hasta hoy es inamovible.

García Delgado dice finalmente que no sabe lo que haría si suya fuera la decisión de eliminar los árboles de los grandes monumentos de Ciutat. "Se trata de un asunto muy complejo, una cuestión que ha de estudiarse con detenimiento y que hasta el momento nadie se ha planteado a fondo, pero es indiscutible que la tesis de que las zonas verdes son buenas por sí mismas es incorrecta; eso hay que tenerlo muy presente si se pone sobre la mesa lo que hay que hacer en el futuro".

Queda por responder la pregunta de si es más importante el monumento o la masa arbórea que lo acompaña, si ésta, a pesar de dificultar o impedir su visión, ha de permanecer incólume o si se debe actuar sobre ella. Lo que vemos en Palma es que básicamente no se incide, que se permite que la muralla vegetal se adueñe casi por completo del espacio. Ciutat es cada ver más un espacio en el que lo verde cobra fuerza. ¿Debe aceptarse que lo haga sin tener previamente un plan estratégico y paisajístico de cómo ha de desarrollarse o ha de seguir sembrándose sin considerar las condiciones de cada espacio concreto?

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