Si pudiéramos reunir dos tópicos tradicionales, uno el Beatus ille de Homero y otro de Fray Luis de León ¡Qué descansada vida!, ambos haciendo referencia a la felicidad de aquellos que consiguen vivir en el campo, lejos de los ajetreos urbanos o del mundanal ruido, quizás nos acercaríamos a la realidad que encontré, en agosto del año 2002 en el predio de Son Sureda de Artà, donde vivían los hermanos Tous Carrió.
Pese a poder disfrutar de una vida desahogada en Artà, donde tenían posada, preferían la vida de Son Sureda, donde carecían de casi todas las ventajas que valoramos en las ciudades: gas, electricidad y otras. Se habían habituado a la vida natural y para calentar un poco (un cassolí) de leche, de cabra de la finca, naturalmente, no encendían el gas, sino leña. ¿Cómo, si no recogiendo leña -fina y gruesa- se limpiaban los bosques, evitando los incendios? Los pavos y gallinas paseaban tranquilos cerca del umbral de la casa y era inevitable la sensación de haber entrado en otro mundo, que creía desaparecido, a otro ritmo, lejos de las prisas y las presiones: un mundo más natural y más libre era todavía posible.
Cuando la carne hacía falta, una hermana de María, antigua campeona de tiro, se encargaba de subir al monte y cazar un cabrito que proveería la despensa durante unos pocos días: en escaldums, al horno e incluso en albóndigas. Y todos parecían felices