Diario de Mallorca

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Impresiones veraniegas

Asfixia

Asfixia

En Mallorca el viento del terral da un alivio por la noche que compensa cualquiera de los calores que te abruman a lo largo del día entero. A la que la tierra se enfría „es un decir„, es decir, mientras la mar sigue con la temperatura que mantiene su inercia térmica, la brisa del embat de todos los días del verano desaparece y en su lugar sopla ese vientecillo que avanza hacia mar adentro desde la costa. Gracias al terral se puede dormir mal que bien porque en esta vida todo es relativo y la que hay algo de corriente, cuando el cerebro se tranquiliza, terminas por conciliar el sueño.

Nada de lo dicho sirve para la meseta castellana, Madrid incluido, porque allí no sopla terral alguno. Con el agravante de que hay días en que apenas baja la temperatura a la que cae la noche. Ayer, por ejemplo, los termómetros marcaban en la capital del reino 32 grados a las tres de la madrugada y sin perspectiva alguna de que el paso de las horas fuese a hacer nada por aliviar la asfixia. Porque de eso va, de la sensación de agobio brutal que sientes cuando abres la ventana y resulta que el aire que entra es aún más caliente que el que te asfixia dentro de casa.

Cómo será el asunto que al tomar un taxi lo primero que te dice el conductor es que hay que ver qué frío hace. Ya se sabe que el sarcasmo es el último recurso que existe cuando das por perdida la batalla y si quienes trabajan metidos en el automóvil sin poder salir de él tienen que tirar de la ironía es que no hay nada que hacer. Bueno, sí; esperar a que llegue el mes de noviembre, que para el día primero, Todos los santos, la asfixia suele haber desaparecido ya. O suspirar por las vacaciones, si es que las tienes lo bastante cerca como para que te sirvan de consuelo.

Este año a mí las vacaciones se me antojan una especie de entelequia sobre la que habría que montar otra ironía más. En cosa de un par de semanas me iré de la capital del Reino, sí, pero camino de California para seguir allí otro trabajo que es el mismo con distintos ropajes. En California no se sabe si hay terral o no porque los aires acondicionados convierten el lugar en el que estés, ya sea San Diego, La Joya, Irvine, Los Ángeles o Berkeley „los que me caen más a mano„ en una sucursal de la Antártida. No sé si llamar pintoresco a eso de tener que ir de jersey en verano y en camiseta durante el invierno porque la postmodernidad consiste en cambiarte las estaciones del año. Patético le cuadraría más.

Pero todo eso no sucederá hasta dentro de varios días; de momento la asfixia permanece aunque la madrugada en que se escribe esta cuartilla parece que se apiada de quienes, ya que no pueden dormir, miran por la ventana por ver si se atreven a abrirla. Ni terral, ni brisa alguna pero da la impresión de que han bajado algo los treinta y dos grados de la noche de ayer. O será que quien no se consuela es porque no quiere. En la meseta no hay terral pero sí xaloc, o su equivalente, porque cuando caen dos gotas de lluvia durante el verano los coches, las aceras y las terrazas se llenan de barro. Otra ventaja, digo yo, ya que estamos en buscar alguna como clavo ardiendo (nunca dicho de forma mejor). El barro que llueve recuerda a la isla. Tengo que apuntarlo para que no se me olvide cuando el sol bárbaro cambie la asfixia de la noche por la asfixia de mañana por la mañana.

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