Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Impresiones veraniegas

El tren

El tren

Por distintas razones que no vienen demasiado al caso he tenido que viajar varias veces en estos dos meses últimos desde Madrid a Barcelona, en trayecto de ida y vuelta. La costumbre de vivir en una isla me lleva siempre en primer lugar a la página de las reservas de las compañías aéreas; luego, a veces demasiado tarde, caigo en que las dos principales ciudades españolas están unidas por tren, y no por uno cualquiera sino por el AVE.

Mi falta de cultura relativa al tren tiene mala explicación porque mi familia por parte de padre viene de ferroviarios. The West Galicia Railway es la compañía que montó y explotó la línea de tren entre Santiago de Compostela y Villagarcía de Arosa, de algo más de 40 kilómetros de distancia e inaugurada en 1873. Fue, que yo sepa, el primer ferrocarril gallego y existe una foto del gerente de la West Galicia Railway con su nieto en las rodillas. El nieto se llamada Camilo José Cela.

Por más que haya pasado mucho tiempo de aquello me queda el atisbo de la casa de mis bisabuelos en Iria, junto a la vía del ferrocarril que aún pasa por allí haciendo temblar de vez en cuando las ventanas. Cada vez que paso por Iria me asomo a las vías por ver si pasa un tren que me avive los recuerdos. Pero no tiene nada que ver desde luego la locomotora Sarita que puede verse en los jardines de las Casas de los Canónigos de Iria Flavia con las máquinas que tiran del AVE hoy. O tal vez sí; se trata de una misma cultura compartida, la del ferrocarril como medio principal de integración de un país porque suele ser el primero que permite recorrerlo con cierta capacidad de llegar al destino sin sobresaltos.

El AVE de Madrid a Barcelona, o de Barcelona a Madrid, es soberbio sin más. No llega a tres horas el tiempo del viaje contando desde el momento en que te presentas en Puerta de Atocha al que te ves abandonado la estación de Sants. Los viajeros habituales suelen decir que si se toma en cuenta el viaje completo en avión, esto es, lo que te lleva sacar la tarjeta, pasar los controles, hacer la cola de embarque, circular por las pistas de aproximación del aeropuerto y cumplir con los mismos rituales pero de llegada, el viaje del tren es más rápido que incluso el del Puente Aéreo. Si se te ocurre además facturar el equipaje, entonces lo del vuelo se convierte en una desesperación. Y luego de haber hecho un mismo trayecto en el tren y en el aeroplano te asalta la duda acerca de por qué es tan absurdo y engorroso el volar. ¿Por cuestiones de seguridad? Lo dudo. Son los trenes los que han tenido los peores atentados de España. Y jamás se ve que a los que vuelan les quiten una ametralladora o una pistola del equipaje de mano; todo lo más, botellas de agua que podrán comprar luego sin el menor problema en las tiendas del aeropuerto y subirlas al avión.

Así que cabe pensar en que estamos ante una especie de programa de exterminio dedicado a transformar los usuarios de los vuelos en mártires. Con el agravante de que algunos no podemos subirnos al AVE como solución mejor. El programa de extermino se dirige en especial a los isleños, mallorquines, menorquines. ibicencos, formenterenses y canarios. Será cosa de la envidia, digo yo, pero a bordo del AVE resulta difícil no pensar en la pesadilla equivalente cuando hay que ir de Madrid a Mallorca.

Compartir el artículo

stats