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Oblicuidad

´El programa´ de Lance Armstrong

´El programa´ de Lance Armstrong

Nadie cuestiona los grandes éxitos de los Beatles o de Bob Dylan, por haber sido escritos bajo la influencia de diversas sustancias estupefacientes. Lance Armstrong parece refugiarse en esta evidencia, cuando se cierra la extraordinaria película The program. El corredor reivindica la titularidad de los siete Tours ganados entre 1999 y 2005, con independencia de la farmacopea que le aupó al podio.

La biografía filmada del ciclista estadounidense arranca logrando no solo que el ciclismo sea soportable, sino sexy. No está mal, para un deporte que se practica sentado. La película se beneficia del distanciamiento experto de Stephen Frears, una garantía. Dada la extracción británica del director, Armstrong debía adquirir muy pronto su dimensión shakespeariana. Se asiste así al segundo o tercer Macbeth del año, después de los interpretados por Michael Fassbender a veces so capa de Steve Jobs.

El protagonista no quería drogarse, sino ganar el Tour. A partir de esta evidencia, y con la gelidez amoral que cultiva desde Las amistades peligrosas, el director dispensa más jeringuillas que en una película de heroinómanos, más bolsas de sangre que en una de vampiros. La irresponsabilidad de los ciclistas del equipo US Postal, al servicio exclusivo de Armstrong, se resume en la peripecia de Floyd Landis. De nuevo, el trazo hábil de Frears transforma a un vástago de una secta cristiana fundamentalista de Pensilvania en una variante de Yago. El gregario está celoso de su líder, y dispuesto a liquidar su leyenda aunque le cueste la propia vida deportiva.

El prodigio de The program reside en la abundancia de dilemas agolpados en el metraje discreto de una película. Por ejemplo, cómo pudo mantenerse la ficción de los triunfos de Armstrong, cocinados en el laboratorio. Frears desenmascara a los órganos rectores del ciclismo. La tolerancia de los vigilantes favorece la corrupción con tanta eficacia como la complicidad.

La prensa también sale salpicada por la sangre enriquecida de la película. Con la honorable excepción de David Walsh del Sunday Times, los periodistas corean con contumacia las declaraciones de Armstrong sobre su inocencia. Queda claro que las negativas de un deportista de alta competición sobre el dopaje carecen de validez, la aparición final de Alberto Contador estremece por lo que hemos sabido después. The program recuerda que los ídolos siempre están dispuestos a mentir a sus adeptos, y que los adeptos siempre están dispuestos a creer a sus ídolos.

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