Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

El ingenuo seductor

Toda violencia es machista

Todo lo que es ejercer el poder sobre otro con el uso de la violencia, especialmente física, es una actuación machista

Memorial por las víctimas de Orlando.

Han pasado quince días desde la matanza de Orlando. Quince días en los que cada uno ha expresado su dolor como ha podido: desde la rabia, desde la impotencia, desde la desolación, desde la solidaridad. Incluso hay quien no ha sentido ningún dolor, por monstruoso que les parezca, y hasta se ha atrevido a reivindicar el ´día del machote´. Quince días se me antoja un tiempo prudencial para haber calmado mi discurso y poder enfrentarme a una de las polémicas que más desaliento me ha provocado en las últimas semanas.

Les voy a narrar algo que me sucedió hace quince días, en esa otra dimensión que son las redes sociales. Concretamente en Twitter. El vicesecretario de Acción Sectorial del Partido Popular, Javier Maroto, una de las bazas aperturistas del PP desde que su matrimonio logró reunir a la plana mayor de un partido que había cuestionado ante el Constitucional la legalidad de esa unión, escribía un tuit en respuesta a uno de Iñigo Errejón, secretario de Campaña de Podemos, en el que condenaba el atentado de Orlando. Maroto escribió: "De acuerdo en la defensa de las libertades lgtb pero luego te financia el islamismo de Irán mientras cuelgan gais de las grúas".

Yo, que esa semana tenía la herida abierta, le contesté a Maroto: ""Javier, tu partido, por desgracia, está lleno de personas que piensan como el asesino de Orlando. Bastante trabajo tienes ahí". Acto seguido, un tipo desconocido enlazó mi nombre a su tuit para elogiar mi valentía. Aplaudió mi comentario y añadió algún juicio personal al siempre contradictorio Partido Popular. Pero yo había escrito dos tuits: el primero ya lo conocen ustedes; el segundo venía a complementar el primero y en él decía: "Aunque también te digo que no tenéis el patrimonio de la lgtbfobia. El machismo infecta todo tipo de ideologías".

Y eso, al mismo tipo que me ensalzaba por meterme con alguien del PP, no le gustó. Ese hombre sintió que al aludir al machismo también me estaba refiriendo a él y debió pegar un respingo en su asiento. Me dijo que culpar de todo al machismo era adoctrinamiento. Le contesté, con los recortes al lenguaje que impone Twitter, que precisamente la doctrina era el machismo y que sí, que consideraba que toda violencia se sustentaba en el machismo. Él añadió que si se diese un caso de violencia doméstica entre una pareja de lesbianas también tendría el valor de llamarlo machismo. Encomendándome a la paciencia contesté que hay muchas mujeres machistas, y gais machistas, y votantes de Podemos machistas, y que todo lo que fuera ejercer el poder sobre otro con el uso de la violencia, especialmente física, era una actuación machista. Entonces, aquella persona que me había aplaudido dejó de hacerlo. Me insultó, me recomendó que leyese algún libro y que dejase de soltar soflamas sobre la ideología de género, eso mismo que denuncia el obispo Cañizares.

Prácticamente la totalidad de los dramas de nuestra sociedad se sustentan en las consecuencias de una ideología y una educación machista. Tras el machismo hay un pensamiento sexista, muy básico, que considera que el varón es, por naturaleza, superior a la mujer. A partir de ahí se construye toda una doctrina que encumbra la masculinidad, la virilidad, la hombría, en todas las parcelas de la sociedad, filtrándose en discursos y actuaciones que, a primera vista, nos parecerían opuestos a ese pensamiento. Y la evolución de ese concepto, tras siglos y siglos de historia, es lo que hoy llamamos heteropatriarcado porque desde el momento en el que el machismo convierte la heterosexualidad en la única opción sexual posible y respetable, amenazando aquello que no acepta, respeta ni entiende, crea un enemigo nuevo en todos los varones que no cumplen con la atávica ideología. De esa manera, podríamos afirmar que el heteropatriarcado -ese concepto del que muchos se burlaron cuando lo sacó a la luz Alberto Garzón y lo único que hicieron fue poner en evidencia su ignorancia- ha dejado más cadáveres en las cunetas que muchas de las enfermedades más mortales de la Humanidad.

Ese rechazo a todo lo que no sea masculino, su perversa evolución en discursos modernos con matices arbitrarios, y la defensa de su valor supremo -la agresividad-, son la verdadera lacra desde hace siglos. Una lacra sustentada desde las religiones, infectando por tanto lo espiritual, que hace que Cañizares vea la ideología de género como el mal de la humanidad y el fin de la familia cuando jamás ha denunciado ni se ha manifestado contra la ideología machista que a tantas mujeres asesina al año y que agrede y mata homosexuales y transexuales sin pudor -lesbianas menos porque precisamente esa ideología machista convierte a la mujer lesbiana en el objeto de su fantasía sexual-. Una lacra que empapa la familia, los roles sexuales, la economía, las leyes, las anatomías, la lingüística, la cultura, el deporte, el pensamiento. Hasta el punto de lograr arraigar en personas aparentemente alejadas de esa teoría pero que la han interiorizado. De ahí que encontremos homosexuales que rechazan la pluma o mujeres que justifican los secuestros de otras mujeres en los campamentos saharauis, por ejemplo. Dicen luchar contra el heteropatriarcado sin ser conscientes de que su alegato es víctima de él. No es una cuestión de sexo, ni de orientación sexual, ni de ideología o creencia religiosa. Es un problema histórico en el que los hombres son el sujeto activo de la violencia y convierten la agresión en el único idioma posible. De ahí que las víctimas puedan acabar hablando ese mismo idioma. Por eso el machismo está detrás de toda violencia. Y va más allá de una simple ideología.

Compartir el artículo

stats