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Impresiones veraniegas

El concierto alemán

El concierto alemán.

Conozco a la familia Lampka desde los tiempos mejores de la Copa del Rey. Herbert Lampka, alto directivo de Siemens entonces, es alemán como la empresa pero no lo diría nadie. Habla un castellano perfecto, sin el menor deje o acento que pueda hacerte sospechar que no se trata de su lengua materna. Lo único que cabría echarle en cara es que no vacila a la hora de encontrar el adjetivo preciso ni utiliza expresiones banales, de esas que se ponen de moda durante un suspiro y luego desaparecen para siempre.

Los Lampka, Herbert y su mujer Ruth -de nuevo un castellano impecable que sale de los labios de una mujer surgida de las peñas del Rin-, estuvieron el 11 de mayo, día del centenario de mi padre, en el teatro Rosalía de Castro de la Coruña, oyendo a la familia Cela -con el añadido de algún Trulock- rememorar al escritor. No contento con eso, Herbert me dejó caer si me parecería bien incluir un detalle de homenaje a CJC en el Concierto Alemán, el programa con el que Lampka y sus amigos celebran los lazos que existen entre la España de las autonomía y el país de los länder.

Sorprende tanta generosidad si se tiene en cuenta que una vez llevé a Herbet a pescar a trece millas de la Dragonera -se tarda varias horas en llegar desde Palma navegando a oscuras para poder estar allí de madrugada- y en todo el día no picó ni un pez.

El Concierto Alemán tuvo lugar este año el 14 de junio en la sala sinfónica del Auditorio Nacional de Música de Madrid, el que está en Príncipe de Vergara. La orquesta Filarmonía, bajo la batuta de Pascual Osa, y el coro del mismo nombre interpretaron piezas escogidas de Bach, Händel, Beethoven, Wagner. Mahler, Stockhausen y Schneider. Todos ellos compositores, por supuesto; todos alemanes, como correspondía a la ocasión. Pero Herbert, en el programa, anunciaba sorpresas. Las hubo. Enjott Schneider dirigió en persona su Concierto Evolución. La música española tuvo su momento de gloria. Y a comienzo de la segunda parte Pascual Sala me dio la palabra para que, como guiño al año del centenario del nacimiento en Iria Flavia de Camilo José Cela, leyese yo un poema que mi padre mandó a mi madre en una carta fechada en La Coruña el 13 de julio de 1941, el "Pequeño poema en si bemol". Se trata de una verdadera curiosidad porque es la única vez en toda su larga correspondencia entre mis padres en la que algo, el poema, va mecanografiado salvo en lo que hace al título. La carta en sí misma, al pie de la segunda cuartilla, también la escribió mi padre a mano.

Expliqué esas circunstancias a los espectadores del concierto alemán. Comenté cómo CJC mojaba la pluma estilográfica en el tintero porque no sabía cargarla y, de paso, los dedos se le quedaban teñidos de azul. Leí el poema intentando no poner una voz engolada. Y lo más importante: comencé mi intervención pronunciando nueve palabras en alemán, no sin explicar acto seguido que eran las únicas que me sabía de memoria en esa lengua.

En realidad tampoco habría debido preocuparme ni por mi acento en alemán ni por mis escasas dotes como recitador de versos. El micrófono funcionaba fatal de manera que, en uno de los recintos de mejor sonoridad que existen en Europa, apenas se entendía nada. Eso que salieron ganando los asistentes.

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