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El ingenuo seductor

¿De qué nos reímos?

Hemos construido una sociedad mojigata, ultrasensible y muy poco espabilada en la que lo políticamente correcto deja al humor sin alma

¿De qué nos reímos?

A mí Esteso y Pajares nunca me hicieron reír. Siempre los he visto con una curiosidad antropológica pero sin gracia. Soy inmune a humoristas tipo Arévalo o Marianico el corto. Sin embargo, me divierte Atraco a las tres, Faemino y Cansado o South Park. Soy capaz de reírme de prácticamente todo „pienso que la inoportunidad es el único enemigo del humor„, de encontrar la comedia en aquello que en apariencia no tiene ninguna gracia, y quizá por esa razón he llegado a la conclusión de que aquello de lo que no nos reímos también acaba siendo una seña de nuestra identidad cultural.

Llevo tiempo convencido de que en nombre de la corrección política hemos construido una sociedad mojigata, ultrasensible y muy poco espabilada. Lo políticamente correcto deja al humor sin alma. Pero eso no significa que todo el mundo sepa hacer el humor. Cuando Bertín Osborne y Arévalo lamentaban que en España ya no se pudiesen hacer chistes de mariquitas se equivocaban en su planteamiento. Lo que no se puede es seguir haciendo escarnio de los homosexuales amanerados, que es distinto. El matiz lo señalas tú, como emisor del propio chiste. Las travestis siguen contando esos chistes en sus espectáculos y no pasa nada. Porque el público y el lugar del que nace ese chiste es completamente distinto al público y al lugar que emplea Arévalo para buscar la carcajada. No es nada nuevo. Los chistes de afroamericanos en la boca de Chris Rock, o las críticas a los judíos narradas por Woody Allen, trabajan la ironía, la inteligencia, la autocrítica. Contados por un imbécil del ku klux klan solo son expresiones de su trastorno.

El humor, además de estar ligado a la identidad cultural de un pueblo, también es una herramienta de educación. Por eso considero que hay que tomarse el humor muy en serio. Y de eso precisamente he estado hablando con un amigo en relación al éxito „a mi entender, absolutamente desproporcionado„ de Jorge Cremades, un viner que se ha convertido en un fenómeno del humor en las redes con videos que llegan a sumar hasta sesenta millones de reproducciones.

Estoy acostumbrado a no entender los fenómenos masivos (quizá por eso sigo siendo pobre) pero, sin demonizar el humor de Cremades, me decepciona comprobar que hoy en día sigue funcionando „y se sigue perpetuando„ un chiste y un humor de bajo calado, ramplón, lleno de clichés de hace cuarenta años. El humor también progresa y los vídeos de Cremades podrían ser los mismos que grababa Benny Hill. Conozco los mecanismos del humor. Sé que desde la Grecia clásica, la risa está provocada por la superioridad o la denigración. Pero también sé que el humor es un hecho cultural, personal e intransferible, donde solo la maestría en el género es capaz de crear iconos humorísticos universales (léase Groucho Marx, Chaplin). El resto es perpetuar un tipo de gracia, más o menos afortunada. Y que en la sociedad actual siga siendo gracioso que una chica le diga a su novio que está embarazada y él salga corriendo o que un chico sujete el bolso de su novia y se convierta en amanerado€ la verdad€ los homínidos aprendían más rápido.

Si nos fijamos, las sociedades con el mejor humor del mundo (para mí son la estadounidense y la británica) son comunidades muy plurales, controvertidas y capaces de ser muy autocríticas sin dejar de adorar sus símbolos. Si el humor que consume la nueva generación de españoles es uno basado en el sexismo, en la mofa del otro, en perpetuar un rol de machito primario „ojo, que la mejor manera de generar empatía es conectando a través del sentido del humor„, sin un mínimo atisbo de autocrítica, de estímulo intelectual en el receptor, pues vaticino un futuro muy poco esperanzador para el país. Entendería perfectamente que Cremades contestase que él no hace vídeos educativos; que para eso ya están los padres y las escuelas. Y tendría razón. De hecho, que Cremades tenga ese sentido del humor no es mérito o demérito suyo. Lo que me confunde es que ese tipo de humor siga conectando con la gente. Maestros como Martes y Trece reinventaron el humor usando nuestra identidad pero dando un paso más en nuestra percepción del chiste. Lo mismo hizo Gila, Tip y Coll, Pedro Reyes, Faemino y Cansado o Joaquín Reyes.

El humor de Cremades, como el de Uri Sabat y toda esta generación de viners, es como un producto caduco que se relanza al mercado con un nuevo packaging para hacerlo más atractivo al público pero que, en el fondo, sigue siendo la misma cinta de VHS de hace cuarenta años. Un humor sin riesgo, que perpetúa valores de sociedad en transición, pero envuelto en una estética moderna, atractiva, simpaticota, que hace que una generación muy joven, que llega a Cremades por la forma, no por el fondo, acabe empatizando con conductas que creíamos desterradas. Y esa afinidad que genera el humor es la que hace que luego, en nuestra vida cotidiana, seamos igual de capullos que en el chiste. Y ahora, si no les importa, voy a ponerme unos vídeos de los Monty Python, a ver si se me pega algo de talento.

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