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Desde Francia

Junio

Junio

Llevo ya un mes en Grecia, desde lo de Pascua que les contaba el mes pasado, y ahora, más que nunca me siento como el protagonista de aquella extraña película, "el día de la marmota", se llamaba, si no recuerdo mal. O, si prefieren, como en la letra de la canción que hizo famoso a Julito, la vida sigue igual€.Una sensación de agradable "deja vu". Esto es lo que me ocurre cada año al volver al Jónico, por un lado uno es consciente del paso del tiempo, ese tiempo que pasa, y nosotros con él, como dijo Cunqueiro, y sin embargo, por otro, en determinados momentos se impone esa sensación agridulce del éxtasis, -siempre topamos con el griego, con la etimología- , la dulce parada, nada parece moverse o cambiar en estas benditas islas.

Cada verano se abre, constituye, un paréntesis y, aquí, lo único que cuenta es si vendrán o no los "turistas", los bárbaros del norte, rememorando al gran Kavafis, esa es la gran cuestión, el interrogante ritual. Eso, al menos, al empezar la "saison", que así se dice también en griego, la temporada. En Junio entramos en ese limbo, en una especie de tregua, donde nadie habla de la crisis, y apenas del drama de los refugiados. En el fondo lo puedo entender, o lo interpreto, como un ejercicio para exorcizar la realidad, parece que al no mencionar el problema consiguen obviarlo, aparcarlo. Y los veranos se repiten, deliciosos, calcados.

Durante unos meses, se olvidan, o se aparcan, los sujetos profundos, los problemas cotidianos, ese futuro incierto que acecha. No se habla de política, una de sus grandes pasiones junto con el deporte -básquet y fútbol- como si esos temas los dejaran para el invierno. Y eso que no andan faltos de emociones: hace apenas una semana se llegó "in extremis" a un enésimo acuerdo sobre el delicado asunto de la deuda, un nuevo crédito desbloqueado en el último momento, siempre con la amenazante espada de Damocles suspendida en incierto equilibrio sobre el devenir heleno, y otra vez se conjura el Grexit€se aplaza el drama. Y como les decía al principio la vida sigue igual, como si la historia no fuera con ellos. De hecho, últimamente, inmersos en esta dinámica positiva y pre-estival estaban más pendientes de la movida francesa, del pulso entre Valls y los sindicatos, que de las negociaciones a tres bandas entre Tsipras, el FMI, Bruselas y el Deutsche Bank. Pero en el fondo, si seguían ese asunto, patata caliente del gobierno Hollande, era más por saber si acabaría afectando al turismo, si los franceses podrían viajar y eso es lo que me preguntaban, que como lo veía. Y a continuación me salían con el Brexit y las elecciones en España€ o el Europeo de futbol, todo en el mismo saco, y siempre con las vistas puestas en la repercusión que tales eventos puedan tener sobre "su" temporada. Y es que si los turistas no fallan, si sacan el verano, si salen las cuentas, pasarán otro invierno, y afortunadamente, año tras año, salvan los muebles.

De ahí esa sensación de asistir siempre al mismo espectáculo. La misma incertidumbre, los mismos interrogantes, y a la vez una sensación de paz contagiosa. Poco o nada han cambiado aquí las cosas en los últimos veinte años, y mira que se dice rápido, y es más, me atrevería casi a añadir, que desde la "crisis" se han recuperado ciertos valores ancestrales, hay menos prisas, más tiempo para hablar. La gente corre menos detrás del dinero,-dinero fácil que ha desaparecido tal como surgió, misteriosamente, hijo de la especulación y del crédito- se vive el momento, y el "carpe diem", perdón por el latinismo, esta mas al día que nunca. Hasta el parque móvil -embargados por el banco los relucientes coches que lucían aun hace apenas una década- parece salido del túnel del tiempo, de la época del dracma. Y en ese placido "deja vu" me despido de ustedes deseándoles que pasen un buen verano.

* Desde Francia. Joan Rigo es profesor de Historia y navegante. Reparte su tiempo entre Atenas y París.

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