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Desde Inglaterra

Laurence hope, la poeta olvidada

Laurence hope, la poeta olvidada

Hace unos meses el azar me llevó a la universidad de Oxford. O más bien, las universidades de Oxford ya que en realidad son un conjunto de facultades más o menos independientes entre sí. Tenía una reunión con la doctora de manuscritos literarios del departamento de filología. No es que haya decidid0 dedicarme a la letras, afortunados vosotros, pero por diversos y rocambolescos sucesos en mi vida, llegó a mis manos un archivo oculto durante un siglo sobre una artista olvidada: Laurence Hope.

Para que se hagan una idea, esta mujer fue una poeta profundamente romántica que vivió entre Inglaterra y la India británica en el siglo XIX. Como era costumbre en la época, se casó con un hombre mucho mayor que ella: el general M. Hassels Nicolson, un militar que estuvo presente en las guerras de Etiopía y Afganistán, entre otras, sirviendo a los intereses de su majestad la reina Victoria y de la Compañía Británica de las Indias Orientales.

Como hiciera su contemporáneo y tal vez amigo Rudyard Kipling, empezó publicando artículos para la Gaceta Militar de Mhow (Indore, India) donde su marido estaba destinado. De esta manera fue divulgando sus poemas y cosechando una fama muy prometedora. Sin embargo, la mala suerte, o mejor dicho el abuso de la anestesia, provocó que un día una intervención común resultara en la muerte del general. Este hecho sumió en una profunda depresión a la poeta que le llevó a la muerte al ingerir todo un bote de veneno.

Atrás dejó una excelente obra poética que asombró a grandes literatos como Thomas Hardy y que fue llevada a la música por estrellas de Hollywood como Mary Pickford o Rodolfo Valentino ( las canciones de Cachemira, por ejemplo). Tras la Primera guerra Mundial, debido a la comercialización de la música en masa, un silencio sepulcral por parte de la familia, y otras razones, la artista cayó en el olvido casi absoluto. Hasta que algo más cien años después de su fallecimiento, acabó en mis manos su archivo, su historia.

Todo al más puro estilo Indiana Jones, como me dijo la doctora de Oxford, sólo me faltaba el sombrero y el látigo.

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