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Azores, un prodigio de la naturaleza en el Atlántico (y III)

Paisaje de la Isla de Flores.

Nueve islas, nueve pequeños mundos, que tienen tanto en común como de diferente, pero en las que la todos sus habitantes comparten su simpatía y amabilidad hacia el visitante. Hay mucho que ver y hacer en las nueve islas. .

07. Contemplar la "naturaleza vertical" de Isla de Flores

Flores es naturaleza en estado puro: la de sus acantilados y montes que se funden con la costa en pendientes verticales, la del continuo murmullo de cascadas que saltan desde lo alto de las laderas en dirección al mar, la del espejo líquido de las lagunas en el fondo de verdes cráteres volcánicos, la de los gigantescos prismas basálticos de Rocha dos Bordões, cementerio petrificado de báculos, rotundos y poderosos en el horizonte de Caldeira y Mosteiro. Un horizonte que se deshace después bajo el mar en busca de marisco y pescado entre rocas multicolor o al nadar en alguna de las piscinas naturales que surcan la isla. Integrada en la red mundial de Reservas de la Biosfera de la UNESCO, la isla de Flores, el territorio más occidental de las Azores y de Europa, cuenta con paisajes que son verdaderos paraísos. Se cree que su descubrimiento, alrededor de 1452, se debe al navegante Diogo de Teive y, aunque inicialmente se denominó isla de São Tomás o de Santa Iria, al poco tiempo se le cambió el nombre por el de Flores, debido a la abundancia de flores amarillas, los cubres, que recubrían toda la isla. Flores está marcada por el agua: cascadas, lagunas, ríos y pozos forman un catálogo de experiencias inolvidables que parecen concentrar en ellas toda la belleza natural que se encuentra dispersa en las otras islas del archipiélago. Debido a sus pequeñas dimensiones no resulta difícil recorrer toda la isla y una buena sugerencia para comenzar a descubrirla es empezar el día con un paseo en barco, desde el que se puede disfrutar de una vista diferente con estructuras rocosas y grutas sorprendentes. Es el caso del Arco de Santa Cruz das Flores o del islote de Maria Vaz, solo visibles desde el mar. Y también de la gruta de Enxaréus y de la de Galo. Para caminantes, dos recomendaciones: un paseo que sube hasta la Rocha do Touro, y otro que baja hasta la Fajã de Pedro Vieira.

08. Tomar una copa en el bar Com Vento de Corvo

En Corvo hay que ver sus famosos molinos de viento reconvertidos en Museo Etnográfico, que se elevan sobre el basalto negro siguiendo las trazas de los molinos que los árabes implantaron en Portugal. Pero también hay que contemplar el caldeirao, ese cráter de volcán extinto que, con sus 2.400 metros de perímetro, ocupa la mayor parte de la isla. Hay que llegar hasta él caminando, dejando que fluya alrededor el misterio y el silencio, especialmente intenso si se baja hasta el fondo. Otros puntos de interés en Corvo son el Pico de João de Moura, el Faro de la Ponta da Carneira, el Morro dos Homens -el punto más alto de la isla, antaño cobijo para protegerse de corsarios- y los acantilados de la Ponta Norte, que pasa por ser el punto más septentrional de las Azores, en la costa occidental. Después del intenso día al aire libre, la mejor opción no puede ser otra que la de tomar una copa en el bar Com Vento, una antigua casa rectoral cuyo símbolo es una monja con el hábito levantado por el viento. Un juego de palabras para comprender y no olvidar a esta isla de la eterna serenidad. Es la más pequeña de las nueve islas, con un área de apenas 17,1 km2. El único poblado de la isla, Vila Nova do Corvo, está implantado en una falda lávica que constituye la principal superficie plana de la isla. Es una villa pintoresca y poco común, que se caracteriza por las fachadas de piedra negra, con decoraciones en blanco.

09. Apreciar el colorido de las casas de Santa María

Por su proximidad fue la primera en ser descubierta y la que mejor ha conservado todo su patrimonio -en cada pueblo se pintan las casas de un color distinto-, gracias a su escasa actividad sísmica, con un cierto aire africano que se traduce en playas de arena tostada imposible de encontrar en cualquier otro rincón del archipiélago. Su ciudad más importante es Vila do Porto, fundada en la primera mitad del siglo XV, hay peces y moluscos que decoran sus aceras. El centro neurálgico de la ciudad es el largo de Nossa Senhora da Conceição, con un convento franciscano reconvertido en sede del Ayuntamiento y un quiosco de música en cemento. Los edificios más representativos de la villa son la iglesia matriz de Nossa Senhora da Assunção, la Misericórdia y el fuerte de São Brás, que, con sus nueve cañones, sirvió durante mucho tiempo para proteger a los habitantes de la isla de los ataques de los piratas. Al mismo concelho de Vila do Porto pertenece la Praia Formosa, cuyo nombre lo dice todo: es una de las mejores de las Azores. La bahía de Praia, encajonada entre acantilados, es, además, una de las preferidas de los surfistas. Vale la pena admirar la bahía desde el mirador da Macela, situado en la carretera que se encamina hacia Almagreira, famosa por los barros con óxido de hierro y plomo.

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