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Oblicuidad

La condenación eterna de Rita Maestre

La condenación eterna de Rita Maestre

El pintoresco escrito de una fiscal contra el recurso de la concejala Rita Maestre no solo desencuaderna la función redentora que se atribuye el ministerio público. Retrata asimismo la absurda persecución judicial de la portavoz del ayuntamiento madrileño, condenada por protestar con estridencia en la capilla de la Complutense. La acusadora rechaza el perdón cristiano, al grito de "las señoritas están en su derecho de alardear de ser putas, libres, bolleras o lo que quieran ser".

Dado el heterogéneo amontonamiento de identidades, ¿se puede añadir "fiscalas" a la libérrima enumeración de opciones, o esta inclusión desencadenaría de nuevo el mecanismo querellador? No cabe dudar de la clarividencia jurídica del escrito de la fiscala, pero su triste expresividad traduce la situación incómoda generada cuando se arranca a un profesional de sus parámetros laborales. De nuevo, una situación absurda por su traslado a la órbita judicial.

La pasión del escrito de la fiscala centellea en los anaqueles de la farragosa prosa jurídica. No escribe como si apuntalara la estadística burocrática de un caso victorioso más. El énfasis textual desborda la preocupación de quien arriesga su prestigio profesional, para adentrarse en el siempre espinoso sendero de la salvación. Es lógico que al ministerio público le ofenda el exhibicionismo de Maestre pero, una vez condenada, ¿por qué le incomoda hasta ese punto?

Incluso aceptando que Rita Maestre merece la condenación eterna que busca la fiscalía, y su opción política por Podemos avala tal predestinación, procede alguna matización sobre el recinto profanado por la concejala. La capilla se halla en el seno de la universidad. La fiscala se apresura a hablar de un "espacio sagrado para los católicos", donde "según sus creencias se encuentra su dios".

Dios está en todas partes, lo cual prohibiría por ofensivo el top less playero que la fiscala tolera pero que afrenta a organizaciones católicas radicales. Sobre todo, ¿el ámbito de la protesta es universitario o religioso, territorio Nebrija o Ratzinger? ¿Por qué debería someterse el ámbito también sagrado del conocimiento crítico a la práctica de un rito religioso? En un enclave académico, la jarana en sostenes de Maestre serviría de aseado trabajo de fin de curso en facultades como Políticas o Bellas Artes. De nuevo, su condenación eterna es peliaguda, aunque me pregunto si Maestre hubiera protestado en una mezquita, donde su manifiesto liberador es cuando menos igualmente necesario.

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