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El ingenuo seductor

Mi batería

Los tiempos que corren son complejos y confusos y el fracaso de las negociaciones políticas y la repetición de las elecciones ha provocado decepción - Es difícil seguir manteniendo la ilusión ante lo que se avecina

Mi batería

Se podría aplicar a un ejercicio de abstracción de la realidad. Como si en lugar de ser terrícolas fuésemos venusianos o viejos supervivientes de Alderaan y contemplásemos el estado de la Tierra con la curiosidad de un niño buscando razones. En mi caso, les voy a confesar algo: necesito ilusión.

Conozco la existencia de personas entusiastas al igual que la de individuos instalados en la decepción. Los extremos siempre me han resultado lugares incómodos. Si uno se mueve mucho por las noches, al instalarse en los extremos es muy probable que se acabe cayendo de la cama. Por eso mi capacidad de entusiasmo se parece cada vez más a la batería de mi smartphone. Al principio estaba cargada al máximo y me duraba días enteros. Pero a medida que el desconcierto y la desilusión maltrataban mi confianza, la batería se iba agotando a mayor velocidad. Los fabricantes nos recomiendan que dejemos que se consuma por completo para, posteriormente, recargarla al cien por cien. Según ellos, no cumplir con esa recomendación deteriora la batería provocando que su rendimiento cada vez sea menor. Pero lo cierto es que cualquier consejo que escuchemos en estos tiempos es incompatible con los tiempos en sí. Nos sugieren tranquilidad en un mundo caótico, confianza en un entorno hostil, paciencia en ventanillas exasperantes e ilusión en un vertedero. Mi batería cada vez dura menos y tengo que recargarla a tramos intermitentes de serenidad -procuro que nunca sean de resignación-. Rara es la vez que llego al 100% de batería. Cargo unos diez minutos, lo justo para sobrevivir, y salgo a la vida sabiendo que, como dicta la Ley de Murphy, me quedaré sin energía en el momento más inapropiado.

Necesito una batería externa de ilusión. Lo noto cuando nada a mi alrededor me anima lo suficiente como para iniciar la batida. Créanme si les digo que unas nuevas elecciones no me entusiasman. Sobre las imágenes de los distintos candidatos veo pasar un banner con la cita "No nos gusta cómo votaste. Vuelve a intentarlo de nuevo. A ver si esta vez aciertas". Y me quedo, de golpe, con un 10 de batería.

Me obligan a ver una segunda temporada de una serie que no me ha gustado, cuyos protagonistas no han estado a la altura y que cualquier cadena hubiese cancelado al tercer capítulo sin remordimiento alguno. El New York Times analiza la situación de España en su editorial y apunta aquello que algunos llevamos meses señalando: a nuestros líderes políticos les ha pesado más su propia ambición que nuestro bienestar. El ´nuevo comienzo´ ha terminado con el mismo final. Unas negociaciones paródicas, unos pactos por la obstinación, unos líderes mediocres jugando a los estrategas, sesiones parlamentarias que pasarán a las crónicas de la Historia como sonrojantes,€ Es difícil seguir manteniendo la ilusión después de lo visto. Porque un pico entre dos diputados, unas rastas en el Congreso o una madre dando de mamar a su hijo en su escaño son imágenes históricas, esperanzadoras, hasta simbólicas si se quiere, pero se reducen a cenizas en un vendaval si no sustentan detrás un cambio tangible y una intención real. Pero eso sí, serán seis meses de sueldos a diputados y senadores que han estado cobrando sin trabajar. O tal vez, trabajando para nada, que con otro matiz acaba significando lo mismo. A no ser que la convocatoria de nuevas elecciones fuese su objetivo inicial. En ese caso, la jugada ha sido perfecta y rentable aunque yo sea de los que aún piensan que la ambición y el poder serán premisas estupendas para Juego de Tronos pero para un país y una ciudadanía real, ya les digo yo que no.

Se avecinan tiempos aún más complejos y confusos. Tiempos extremos, alérgicos al matiz. Tiempos de escándalos y miserias que, por extraño que nos parezca, no van a modificar el voto. Tiempos de rencores y revanchas. Tiempos de enfrentamientos. Y encima soy uno de esos que no recarga su batería viendo la Champions League. De hecho, el fútbol me parece un deporte admirable que se ha convertido en un espectáculo violento, irracional y perjudicial para la evolución de la especie humana. Pero esa es otra columna. Son tiempos difíciles para andar por ahí con un 20% de batería. Si alguien tiene combustible que me sirva para resistir el oleaje, por favor, háganmelo saber.

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