Cuando una persona de buen ver engorda 6 gramos diarios durante los 20 años dedicados al ejercicio de la política, con resultados evidentes a la vista del antes y el después, uno puede llegar a la conclusión indiciaria de que esa persona es una descuidada. Ni siquiera una salvedad metabólica justifica un engrosamiento de ese tenor; sencillamente hay que comer mucho. Y una persona que come mucho, a sabiendas de los problemas que ello tendrá para su salud, es una persona descuidada. Probablemente me acusen de gordófobo, pero no tiene nada que ver. Igual que se deberían prohibir las modelos demasiado delgadas se deberían desterrar los cargos públicos gordos; ambos sirven de ejemplo y no son ejemplos buenos, por mucho peso que tengan.
