Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Oblicuidad

Te llevo una teleserie de ventaja

Te llevo una teleserie de ventaja

(Este artículo puede contener spoilers que destripen el argumento de teleseries, pero tampoco es seguro porque todavía no lo he escrito). Recuerdo con nostalgia los tiempos en que la superioridad intelectual se medía por la pericia en la pista de baile, o por las prestaciones en el gimnasio. Cuentan que hubo un día en que se conquistaban voluntades mediante citas literarias, lamento no haberlo vivido.

Los DJs gozaron de una preeminencia efímera, todavía hay quien pretende subyugar a sus invitados de barbacoa con la destreza como cortador de jamón. Vanos intentos, la nueva aristocracia viene impuesta por la deglución de teleseries. Los encuentros sociales se han convertido en un entrechocar de cornamentas, hasta que uno de los contendientes logra colocar la sentencia inapelable. "Te llevo una teleserie de ventaja". O en la versión proletaria, "te llevo una temporada de ventaja".

Cuesta recordar en qué despilfarrábamos la existencia cuando no veíamos la televisión, a finales del pasado milenio. El cachivache antediluviano vuelve a dominar el hogar, con más pulgadas que caballos almacena el coche familiar. La programación ha desaparecido, se trata de zamparse el máximo de capítulos de una sentada. Lo llaman binge viewing, el atracón o borrachera televisiva.

Las series confieren poder. Durante meses he compartido la visión de las peripecias judiciales de The good wife, un ejemplo de la sabiduría narrativa sincopada de Ridley Scott. Sin embargo, contaba con una ventaja indeseada a mi favor, porque un artículo tan pernicioso como éste me enteró de la muerte en la quinta temporada de Will Gardner, el socio del bufete de abogados que centra la acción. Nos sentábamos en un sofá de una sola altura, pero me notaba varios metros por encima de mi partenaire. Admito la displicencia, un ramalazo de soberbia. Te llevo una temporada de ventaja.

Al principio, no desvelé mi grado de conocimiento superior pensando en el juego limpio. Pronto me di cuenta de que era al revés, gozaba de la anticipación que me separaba de quien desconocía la muerte del protagonista. En esto ha de consistir la divinidad, en ver en una pantalla a minúsculos seres humanos que se enfrentan desde la ignorancia a un destino que les conoces o concedes. Para disfrutar de una experiencia similar de supremacía, me tragué en danés las tres temporadas de Borgen, antes de que se grabara la versión española en el Congreso de los Diputados.

Compartir el artículo

stats