—Don Mick, ¿qué tal?
—Aguantando.
—Setenta y dos años y sigue usted dando botes como un chaval…
—Le pediría que me tuteara, pero comprendo que no lo haga con un anciano.
—¿Hasta cuándo seguirá en activo?
—Bueno, mi padre duró hasta los 93.
—De todos modos, los Rolling parecen eternamente jóvenes…
—No le ha mirado los dedos de la mano a Keith, si lo hubiera hecho no diría esa chorrada.
—Sí, bueno, tendrá dedos de viejo pero hace solo unos años se entretenía subiéndose a cocoteros.
—Coger cocos es menos complicado que tocar una guitarra… Siempre y cuando no toques la guitarra como lo hace Keith, claro.
—¿Cincuenta años de los Rolling no son demasiados?
—Depende.
—¿De que depende?
—De según cómo se mire, todo depende.
—Me recuerda a alguien…
—Los Rolling dejaron de ser un grupo de música hace tiempo.
—Claro, ahora es un club de pirados…
—En absoluto. Ahora es una empresa de espectáculos. Es a lo que nos dedicamos desde hace treinta años. Y da una cantidad de pasta que alucinas.
—Pero siguen ustedes haciendo una música maravillosa…
—Me encanta cuando me mienten. Gracias.
—Son el primer grupo occidental que ha tocado en la Cuba de los Castro…
—Un acierto de la empresa.
—Invitaron ustedes, dicen…
—Probablemente haya sido la mejor operación de marketing y publicidad que hemos hecho nunca. Y mira que las hemos hecho buenas.
—¿Qué le diría usted a Fidel Castro?
—Que ha conseguido ser un personaje singularmente gracioso. Lo ha conseguido. Y le aseguro que de eso yo sé mucho.
—¿A qué se dedicará usted cuando sea mayor?
—Me encantaría dedicarme a la música.
—Ustedes eran los chicos malos y los Beatles los chicos buenos.
—Injusto. Ellos eran muchísimo más macarras que nosotros. De lejos. No se imagina usted el personal que pisaba Liverpool en aquellos años. Daban miedo.
—Sting, U2, Coldplay, Orrifar… ¿quién será el siguiente?
—Usted lo ha dicho. Sólo serán el siguiente.
