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Memorias de la cocina

El cordero, imprescindible en Pascua

El cordero, imprescindible en Pascua

Resulta difícil concretar el momento en que el cordero pasó a integrarse en nuestro recetario. Sin duda fue una de las primeras carnes consumidas por nuestros antepasados, una vez pasaron de ser nómadas a estabilizarse en pequeños núcleos. Fue una de las consecuencias del descubrimiento del fuego: el sedentarismo (no entendido en el sentido actual), el cultivo de productos agrícolas y la ganadería. La oveja y la cabra proveían de carne, pero además de pieles y lana.

El consumo del cordero está vinculado a la religión hebrea incluso antes incluso que este pueblo dejara de ser nómada, como se comprueba en los textos del Éxodo. Desde entonces, además de alimento de calidad y puro (casher) es todo simbolismo religioso judeo-cristiano.

En la Edad Media era frecuente su consumo en las buenas mesas, pero no en las de la gente humilde, que accedía a la carne de manera excepcional. Esta situación llegó prácticamente hasta nuestros días. La carne de cordero se convirtió en imprescindible para elaborar las típicas panades de Pascua y para preparar guisos propios del día de la fiesta. La mejor carne estuvo reservada para las mesas más selectas y para payeses acomodados; pero la gente humilde supo convertir los subproductos del cordero en auténticas delicias gastronómicas, como la baldana, la butza, la greixonera de potons de mè, la freixura o los fideos de vermar.

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