Diario de Mallorca

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Desde Francia

BCN

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Les escribo estas líneas un martes por la mañana, estamos en Semana Santa y con las fiestas de por medio. O sea que esta crónica que les llega desde Paris, donde estoy hoy, está cocinada en Barcelona, ciudad donde hice escala tras pasar unos días en Mallorca.

Llevaba años, muchos, sin parar, sin pasar un tiempo en BCN, y de algún modo podría decir que me he reconciliado con la metrópoli catalana. Como tantos otros mallorquines que estudiamos aquí, en tiempos que ahora me parecen remotos, volver a patear sus calles supone un ejercicio por lo menos extraño. Una sensación de sentirse como un funambulista vacilando en el cable de acero sobre la ciudad que teníamos grabada en la memoria. El peligro, enorme, está en caer en la nostalgia, darse de bruces con un pasado que existe ya solo en nosotros. Por suerte no ha sido así y eso que acababa de leer Reyes de Alejandría, donde mi querido Llop nos recuerda un tiempo, unos momentos inolvidables y únicos. Pero quizás ha sido precisamente por ello que no he caído en la tentación de querer volver a visitar lugares, bares, sitios que ya no existen, o que ya no son lo que eran, lo que fueron y significaron. Leyendo a Llop viajé en el túnel del tiempo a través del archivo memorístico a golpes de flash back, y al aterrizar en el Prat la semana pasada fue como llegar a otro destino, a otra ciudad. BCN me lo puso fácil, la encontré cambiadísima. De hecho no la reconocí y quizás por eso me lo pasé muy bien. Pero no fue solo eso.

Y les voy a explicar el porqué, aunque ahora parezca que me contradiga: Bajé por las Ramblas sin encontrarme con la Negra Flor, me di un paseo por el Born, por Montcada, me tomé una copa en el Xampanyet, y varias en el Gimlet (con Montse), pasé un domingo delicioso en Vallvidriera ( en casa de mis amigos David y Ana), comí donde Fermi Puig en Balmes ( con Piera y Miguel), cené en el piso modernista, edificio catalogado ( de mis queridos Margarita y Osias, también estaban Rosa y Mariano, y aun recuerdo el dry Martini que nos preparo nuestro anfitrión)? y me paro aquí, porque fueron precisamente esos nombres/personas, todos maravillosos amigos que cito entre paréntesis, los que obraron el milagro de que me sintiera en otro lugar, de poder disfrutar el presente, el instante. Volví en definitiva a visitar los lugares conocidos, pero sin caer en la tentación de remover los fantasmas del pasado (y le robo la frase a Lucio Battisti), fue como si los descubriera, como si los viviera por primera vez. En ningún momento miré para atrás, hice oídos sordos a los cantos de sirena del ayer.

Y hablando de un pasado más inmediato, y mucho más triste, mientras iba escribiendo, con la radio puesta, me acabo de enterar de lo de Bruselas, del atentado suicida, según las últimas noticias, perpetrado en el aeropuerto de Zaventem, y de las explosiones en el metro de Maelbeek. Sabíamos que Europa, toda Europa, está en el centro de mira de los descerebrados de ISIS, Estado Islámico, llámenle como quieran. Como les comente hace un mes, Francia recondujo, prorrogó el "Etat d´urgence", el estado de excepción, y ya antes el ministro Valls dijo que estamos en guerra, nadie está al abrigo de un nuevo atentado, y el enemigo, además, está en casa. La buena noticia de la detención de Abdeslam, el último terrorista que participo en la masacre del Noviembre negro parisino que seguía huido, -o que en cierto modo podía parecer que cerraba el ciclo de la respuesta político/policial a los terribles atentados-, se ha visto empañada ahora con el nuevo episodio en la capital de la Comunidad Europea. Está claro que esto no ha terminado.

Ahora, por aquello de "al mal tiempo buena cara", solo me cabe desearles que pasen una feliz Pascua. Yo este año la voy a celebrar por partida doble, hoy aquí, en París, y en poco más de un mes, el primero de Mayo, repetiré con la pascua ortodoxa, en Ítaca, con mi familia

griega.

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