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Oblicuidad

DiCaprio estuvo en Mallorca, pagando

DiCaprio estuvo en Mallorca, pagando

Leonardo DiCaprio ha ganado este año el Oscar al mejor actor, pero no entraremos en disquisiciones artísticas que forzosamente menoscabarán al protagonista de Titanic. Acordaremos pacíficamente que es una de las celebridades más codiciadas del momento. Medio mundo se disputaría su presencia, sufragándole la estancia a cambio de la promoción que reporta. Pues bien, disfrutó en Mallorca de las últimas vacaciones dilatadas y previas al rodaje de El renacido. Pagando, claro.

DiCaprio desembolsó una cantidad estratosférica de buen grado, no hubiera torcido el gesto de haberle reclamado una ecotasa adicional de un euro diario. Se alojó en el hotel Mardavall, junto a sus amigos y la rubia impecable que le acompaña desde hace años con diversos nombres pero el mismo cuerpo, al calor de la publicidad mutua. Tuve la oportunidad de alternar fugazmente con ellos, así es Mallorca. Comprobé que no había cariño, apenas compañía en una relación con caducidad veraniega. Toni Garrn fue pronto historia.

Un avión privado trasladó a DiCaprio a Son Sant Joan, repase la inversión global antes de defender una Mallorca para todos los bolsillos que nos hundirá irremisiblemente. Visto El renacido, fueron unas vacaciones provechosas, pero hay más. El actor y su entorno desembocaron en la isla en tránsito hacia la Costa Azul. Apenas una pernoctación, un paréntesis.

Sin embargo, Mallorca atrapó de inmediato a un actor que ha disfrutado de las geografías más apasionantes del planeta, y que alargó su estancia a una semana. Puedo atestiguar que Leonardo DiCaprio era en Mallorca la viva estampa de la felicidad, aunque no menos que Bruce Springsteen o Pierce Brosnan antes que él. Con las chanclas perpetuas y una indumentaria descolorida que le hubiera vedado la entrada a una cervecería de la Calle del Jamón, irradiaba la liberación de cualquier atadura humana que contagia la isla en sus mejores días. Décontracté, lo llaman los pueblos con vocación de cultura.

Quede claro que DiCaprio no fue cautivado por un yate del que no disfrutó, ni por otros excesos del ocio. Mallorca lo conquistó en los placeres mínimos, que los nativos disfrutan cotidianamente sin conciencia de su privilegio. El actor encarna un turismo que no necesita plantas depuradoras ni desalinizadoras industriales. Sobre todo, cura para siempre del complejo de inferioridad. ¿Quién quiere Reyes o tenistas, cuando puedes tener a la estrella más rutilante de Hollywood?

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