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Memorias de la cocina

La cocina del placer frente a la de la necesidad

La cocina del placer frente a la de la necesidad

El hombre, entre todos los seres vivos, es el único capaz de combinar alimentos, transformar y mejorar su sabor o su digestibilidad a través del proceso del fuego u otros y tras sencillas o complejas técnicas, buscar nuevas sensaciones y nuevos sabores. El único capaz de comer no sólo por necesidad, sino también por placer.

Observamos, no obstante, que el género humano se alimentó según su estatus económico. Romanos, griegos, en la Edad Media o en los siglos XIX y XX hicieron patente una cocina del placer (clases altas) frente a la popular o de supervivencia. Hoy sucede que una cocina despersonalizada y masificada, tiende a finiquitar la basada en los valores gastronómicos de la tradición y el territorio. Paradójicamente, mientras se imponen programas televisivos que descubren a las futuras figuras de la cocina y mientras los grandes gurús de la gastronomía triunfan a nivel mediático y editorial, una cocina ramplona, pobre y casi siempre de incierta salubridad se extiende por nuestro pequeño país homogeneizando -eso sí- las clases sociales.

Van quedando pocos, aunque relevantes excepciones de grandes profesionales de la cocina que arriesgan todos los días en busca de la excelencia, sin perder de vista los productos propios y la cultura que nos conformó como pueblo; quizás no sea una cocina para mayorías, pero no es, como en épocas pasadas, inaccesible.

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