Cuando evocamos el pasado y recordamos los años de infancia, creemos que éramos más felices aun careciendo de todo aquello que hoy parece imprescindible. Para definir aquella época, algo nebulosa, la llamamos a veces los años del Ceregumil, un producto que, en teoría, abría la apetencia (en tiempos de hambre) y ofrecía energía y una larga serie de beneficios físicos y psíquicos.
Indagamos que se había hecho de esta marca farmacéutica que creíamos desaparecida y „sorpresa„ resulta que se ha ido actualizando y reinventando hasta el punto que aquel producto tan familiar en los años 40 y 50 se adaptó a los nuevos tiempos y precisó incluso precisó de nuevas instalaciones para hacer frente a nuevos retos diseñados por su departamento de investigación y desarrollo, trabajando en colaboración con diferentes universidades, pretendiendo continuar aunando dietética y salud.
Este producto, quizás sea la metáfora perfecta de lo que debiera ser nuestra cocina: actualización y reinvención continua. Queda lejos la cocina de la abuela, porque muchos ingredientes básicos no son auténticos, como lo eran entonces y porque vivimos en un mundo global.
Muchas de nuestras propuestas semanales se basan en la memoria y no pretenden ser tanto una incitación a cocinarlas como hacer patente que tenemos un pasado propio, diferente y que deberían ser el punto de partida para el futuro.
