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Oblicuidad

Las bicicletas forman parte del tráfico

Las bicicletas forman parte del tráfico

Un peatón atropellado mientras cruza en rojo sigue siendo una víctima fallecida por el impacto del coche en cuestión, aunque el conductor del vehículo no sea en absoluto responsable de lo sucedido. Sin embargo, ha de contemplar la hipótesis y albergar una noción del poder que atesora su máquina frente a un viandante indefenso.

Lo mismo valdría para una moto que circula a 30 kilómetros por hora, pero las bicicletas se mantenían curiosamente al margen de este encuadre, aunque también viajen a 30 kilómetros por hora. La diputada catalana Muriel Casals ha muerto a resultas del atropello de una bicicleta. La ausencia de responsabilidad de su conductor no evita la conclusión de que las máquinas sin motor también forman parte del tráfico rodado. Literalmente, y sobre todo en relación a los efectos que pueden desencadenar sobre los peatones indefensos.

Si Casals hubiera muerto montando en bicicleta y a manos de un depredador más fornido, esta circunstancia hubiera lindado con el martirio y hubiera sido inseparable de las condolencias. Sin embargo, la sacralización de las bicicletas como un canto a la libertad se sobrepone a su auténtica naturaleza, demostrada al menos en este caso y con total independencia del correcto comportamiento del conductor.

He compartido media docena de debates radiofónicos con Casals. La entonces líder independentista de Òmnium Cultural dialogaba sin aspavientos, en las antípodas de Carme Forcadell. Los obituarios que se le han rendido no son exagerados. La fallecida hubiera discrepado de la utilización polémica de su accidente, pero los supervivientes tenemos derecho al análisis.

Los coches multiplican por miles las muertes causadas por bicicletas, pero no es lo mismo montar en bicicleta que practicar el ciclismo. Quienes amamos circular a pie por Barcelona, entendemos que el ser humano ejerce un poder en cuanto se le concede. El empoderamiento no tiene nada que ver con la apropiación. Se discute simplemente la afiliación, y las máquinas rodadas no se hallan desde luego del lado de los peatones.

El paseante es el ser más desvalido de la creación. No se le ha aliviado del tráfico de automóviles, y se ha invadido el espacio residual que ocupa en las aceras de la ciudad. Se ha convertido en el pilón de un rally, sorteado por quienes convierten la ciudad en deporte de alto riesgo. La indefensión andante se multiplica porque las bicicletas monopolizan la razón contemporánea. Pasó antes con los coches, su hermano mayor.

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