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La casa

Pureza y rotundidad arquitectónica

Una construcción de finales de los 70, enclavada a los pies de la figura mágica del faro de Portocolom, rehabilitada por el arquitecto Guillem Mateos

Hoy les mostramos una obra, una rehabilitación, del arquitecto Guillem Mateos Muntaner, con el arquitecto técnico Carlos Pachón Quetglas y el constructor Consfutur en la que lo más reseñable de esta rehabilitación integral de vivienda unifamiliar es, paradójicamente, que no parece una reforma. Todo en esta casa parece nuevo, limpio y original tras la pureza y rotundidad de sus potentes formas anguladas?y ciertamente lo es, pero sobre una edificación existente y fuertemente arraigada en el skyline de la costa felanitxera. Esta construcción de finales de los años 70, enclavada a los pies de la figura mágica e imperturbable del faro de Portocolom había estado siempre supeditada a los designios y caprichos arquitectónicos de sus diferentes propietarios y moradores, motivados por sus distintos hábitos y gustos. Este hecho provocó que su diseño original, típico de la arquitectura de su época, fuese sufriendo severas alteraciones con el paso del tiempo. Cuando el arquitecto visitó por primera vez el enclave, acompañado por sus nuevos y flamantes propietarios, halló un cuerpo difuso, más bien escondido o agazapado tras una retahíla de porches de diferentes alturas, medidas y acabados. Ahora bien, al entrar a la vivienda desde la calle todo cambió; lo primero que vio fue el mar; entonces supo que aquella visual, aquella percepción, serían la piedra angular del nuevo concepto.

Así, la misión fue crear una arquitectura nueva, fresca y contemporánea, a la vez que práctica y funcional. La vivienda, a la que se accede desde una calle residencial que no deja entrever en primera instancia su privilegiada posición sobre el acantilado de la bahía, cuenta con dos plantas y sótano, distribuidos en una superficie de unos 600 m2. La casa está claramente orientada y volcada sobre el mar, y todo en su interior y exterior participa de esta máxima.

La primera gran intervención fue decidir cómo se accedía a la vivienda desde su patio de entrada. Se optó por diseñar una puerta de casi 4 metros de altura que recorre verticalmente la torre circular que comunica las diferentes plantas. Al abrir la puerta y acceder al hall se adquiere inmediatamente una visual general del edificio. Ahí la luz te absorbe, tanto la que proviene del Mar por frente como la que baja del cielo y baña completamente la escalera y la entrada a través de la gran claraboya que corona el edificio. En ese instante, el visitante, bañado de luz y ligeramente alzado sobre el nivel de planta baja gracias a 5 escalones que elevan el recibidor permanece quieto y observa una planta diáfana, donde estar, comedor y cocina en isla se articulan de forma ágil gracias a un mobiliario sutilmente escogido y 4 pilares blancos que anclan el espacio como puntos cardinales. Cualquier mirada encuentra mar gracias a todas las aberturas practicadas en las fachadas originales. Bajando los cinco escalones, ya a nivel de suelo, se aprecia la terraza en marés y madera que abraza una piscina infinity cuyas aguas se funden con el mar y el horizonte como único límite. Las paredes blancas, un suelo continuo de resinas de color crema y un mobiliario de líneas modernas purifican el ambiente.

El color lo dicta el arte; pinturas y esculturas concienzudamente escogidas por los propietarios visten el espacio de una forma sutil y exquisita, añadiendo ciertos toques de posmodernidad. En cada estancia predomina un color. Así, en cada una de las 5 habitaciones, 2 en planta baja y 3 en la planta superior, todas con su baño en suite, elementos como las alfombras, la ropa de cama, las cortinas o incluso el albornoz preparado para sus huéspedes colorea el ambiente de tonos azulados, malvas, burdeos o anaranjados.

Aunque se trata de una casa de vacaciones, donde sus propietarios y familia pasan únicamente la época estival y alguna otra semana suelta en el calendario, la comodidad se convierte en irrenunciable. De esta manera, cada habitación se complementa con su propio baño, vestidor y terraza privada, todas y cada una de ellas con vistas al mar como condición innegociable. Otras particularidades son el suelo radiante en toda la vivienda, así como bombas de calor por zonas, aporte solar para el agua caliente y la climatización de la piscina o equipamientos audiovisuales y de cocina de última generación, así como aportes en domótica o chimenea de gas entre otras.

Una de las zonas más privilegiadas del edificio es su terraza-solarium. A ésta se accede subiendo por el pozo de luz en que se convierte la escalera flanqueada por muretes blancos. En la cubierta, literalmente volando sobre la terraza del dormitorio principal se construye un mirador, un gran ojo en forma de prisma que bien podría simular el puente de mando de un barco. Desde ahí, como si de una gran pantalla de cine se tratara se disfruta de una película siempre cambiante como es el paisaje y la puesta de sol sobre las aguas de la bahía.

En su exterior, la vivienda niega las vistas a sus laterales para favorecer la privacidad de sus ocupantes. Solo se permiten ciertas aberturas escogidas y controladas hacia el faro. En la fachada al mar todo cambia. Ahí todo es abierto, desde la habitación principal hasta su propio baño cuentan con grandes aberturas que permiten contemplar el paisaje. Tanto el mirador en la cubierta como la rotundidad de las aberturas a mar conforman la potente arquitectura con la que cuenta el edificio, que visto desde la parte baja de la parcela, tras la piscina, adquiere tintes escultóricos.

Para terminar, unos exteriores sencillos sin vegetación estridente ni frondosa oxigenan el ambiente. Palmeras y lavandas se reflejan en las cristalinas aguas de la piscina. Frente a ésta, solo una frágil barandilla de cristal nos separa del agreste acantilado.

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