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El Rívoli no se toca

La decoración de la sala, inaugurada en 1959, no va a ser reemplazada, se seguirá manteniendo igual aunque se le hará, llegado el momento, un lavado de cara

La sala Rívoli fue inagurada cuando finalizaba la década de los cincuenta, en 1959, año en el que la economía española abandonó la autarquía franquista para, con el Plan de Estabilización Nacional, diseñado por los tecnócratas de Fuentes Quintana, iniciar el desarrollismo. El local fue decorado siguiendo los gustos de la época, un estilo que en aquel momento era el no va más del modernismo: mucho color en el vestíbulo, murales con motivos taurinos, marmol nego con topos blanco, una sala con las luces de diseño y una pantalla resguardada por dobles cortinas, que es el único de los elementos que ha sido eliminado. Lo demás permanece exactamente igual, salvo las butacas, que fueron sustituidas por otras bastante más cómodas.

La propiedad del Rívoli en ningún momento ha tenido la pretensión de proceder a un cambio en la decoración, a pesar de las "burlas" que, en ocasiones, sobre todo por parte del público joven, suscitaba, por considerarse totalmente anticuada. Esa percepción ha desaparecido. Hoy, la sala, con su inconfudible estilo kintsch, se ha hecho intocable, y así lo corrobora Javier Salom, quien dice que todo lo más se tendrá que hacerle un lavado de cara, pero en modo alguno se sustituirán sus elementos, los que hacen del Rívoli un local único en Palma y probablemente en España.

Manifiesta el empresario que, cuando llegue el momento, se hará lo que se tenga que hacer respetando tanto el vestíbulo, absolutamente inconfundible, como los elementos que caracterizan la sala de proyección. Lo que se modificó en su momento fue la zona del anfiteatro, adaptada para dos nuevas salas de pequeño tamaño, pero tanto el vestíbulo de la planta baja como el del piso superior siguen exactamente igual que en 1959. Este último ha sido decorado con uno de los viejos proyectores de celuloide; en sus vitrinas se exhiben fotos del centenario de Publicidad Matas.

El Rívoli es la única sala de Palma que conserva el aspecto que tenía cuando se abrió al público. El Augusta fue totalmente remozado tras sufrir un incendio, aunque también perviven en él los aspectos más sobresalientes, los que le dan su especial carácter.

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