A excepción de algunos estudiosos de la historia de nuestra cocina y de algunas personas que, por cuestiones de edad o cultura siguen cocinando a la antigua usanza del país, podemos decir que las farinetes, está en vías de extinción total. De hecho, el mero conocimiento del plato es casi nulo. Y no obstante, el plato existe y podemos dar fe de ello al haber encontrado fórmulas de farinetes en diferentes puntos de la isla.
Existe constancia de su presencia en la cocina griega, donde se preparaban con harina de cebada, así como en la romana -elaboradas con harina de trigo-, algo que sabemos a través del libro de Apicio. La receta se halla igualmente en los primeros libros de cocina medieval: El llibre de Sent Soví (1324) y el Llibre de Coch (1520).
Las farinetes han sido siempre propias de la cocina de invierno más humilde y consisten en diluir en agua o caldo, harina, a veces torrada, ya sea de trigo, garbanzo, cebada o maíz (éste tras el descubrimiento de América), hasta formar una pasta espesa que suele ir acompañada de grasa abundante. Existen las farinetes saladas, pero también dulces.
Quizás el exceso de grasa las lleve a su extinción, pero otros países (Italia, sin ir más lejos o la Garrotxa) con mayor estima de su patrimonio gastronómico, saben reivindicarlas, ya sea con la aportación de productos locales o con presentaciones más actualizadas.
