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Proyectores de cine: de la era del celuloide, al presente digital

Los proyectores de celuloide de las salas de cine son hoy piezas de museo, testimonio de sus mejores años. Juan Ramis, de la sala Rívoli, ha protagonizado la transición al mundo digital

Juan Ramis y Javier Salom posan a las puertas del cine Rívoli de Palma. B. Ramón

Hubo un tiempo en el que Palma, también la mayoría de ciudades y pueblos de Mallorca, estaban trufados de salas de cine. Hay que retrotraerse a los años inmediatamente posteriores a la Guerra Civil para toparse con una inacabable nómina de cines, que, en su mayor parte, perduraron hasta bien entrada la década de los ochenta, momento en el que, poco a poco, una tras otra, fueron desapareciendo para dar paso a los multicines o, simplemente, como en el caso de los de Ciutat, dejar de existir. Hoy, en el centro de Palma, de todo aquellos locales únicamente perviven dos: los Augusta y la sala Rívoli, local en el que la decoración de la sala grande y los vestíbulos no ha sido objeto de ninguna modificación, sigue siendo la misma que la que pudo verse en 1959, año de su inauguración. Los cambios también llegaron a los sistemas de proyección, a las viejas máquinas de celuloide, de las que apenas se contabilizan poco más de una docena en Mallorca, aunque puede que existan algunas más. Es un mundo en el que se desenvuelve cómodamente Juan Ramis, jefe de los servicios técnicos de la sala Rívoli y de Aficine, y el empresario Javier Salom, que lo explota junto a su familia (los Riutort y los Salom, los nietos de Antonio Servera, el fundador); ambos dan cuenta de por dónde discurren las innovaciones que se están incorporando, de lo que ha acaecido desde los años en los que los proyectores de celuloide ofrecían una de las escasas diversiones a las que se podía tener un razonable acceso.

1944

Juan Ramis cuenta que aprendió el oficio al lado de su padre, Bartolomé, quien, un inopinado día de 1944, cuando cumplía el servicio militar, fue presentado por el acomodador del cine Metropol, el directo antecesor del que después sería el Metropólitan, sala dotada de la mayor pantalla de Mallorca, a Antonio Servera, con lo que quedó sellada su vida profesional: técnico de proyección. Bartolomé se había iniciado en la cosa del cine en la sala Maravillas de Muro, por lo que estaba muy claro que el apretón de manos que se dio con Antonio Servera equivalía a la firma de un contrato de trabajo. Lo sería de por vida. Su hijo, Juan, se empapó desde pequeño en el manejo de tales artilugios. Afirma tajantemente que ya nunca ha podido desprenderse de la fascinación que le produce un mundo que ha evolucionado hasta hacerse casi irreconocible.

Los primeros proyectores, explica Juan Ramis, consistían en dos máquinas, que ya llevaban incorporados los sistemas de sonido, aunque algunos todavía tenían acoplado el tocadiscos en el que el vinilo tenía grabado el sonido, con lo que los desajustes en la pantalla a veces se hacían muy evidentes, al no ir sincronizada la imagen y los diálogos. Es en 1944, coincidiendo con la inauguración del Metropol, cuando el problema queda resuelto; después, progresivamente, se incorporan los proyectores de 35 y 70 milímetros, que son los que en 1966 pasan a formar parte del nuevo Metropol, el Metropólitan. "Es en ese momento cuando el Metropólitan forja su leyenda de sala puntera, en la que se estrenan películas de gran éxito: El Padrino, Tiburón o Encuentros en la Tercera Fase, destaca Ramis, añadiendo que en 1966 se incorporan nuevos proyectores y, hacia 1986, los platos de proyección semiautomáticos, lo que proporciona una calidad en la imagen que hasta entonces había sido imposible obtener. Más tarde llegará la era digital, con la que se entra en un mundo totalmente nuevo, que no guarda apenas ninguna similitud con lo que había sido la proyección de películas, las del viejo celuloide.

Ramis comenta que las mejoras se habían ido introduciendo paulatinamente, pero casi todas basadas en el sonido; la imagen, en lo sustancial, seguía siendo la misma, lo que ha cambiado con los proyectores digitales. Asegura que la nitidez en la imagen es incomparable, porque el celuloide, el que se denominó "celuloide rancio", tiende a degradarse muy rápidamente, con lo que su conservación es muy deficiente; al cabo de unas pocas semanas, la calidad de la imagen se puede resentir notablemente, cosa que con el soporte digital no se da: pasan los años y la calidad sigue siendo la misma. Al preguntarle cómo explicar la diferencia entre el celuloide y digital responde que es lo mismo que con una máquina fotográfica, la transición entre la de carrete y la digital. "Ahora -comenta- nos llegan las películas vía satélite, fibra óptica o en DCP, el disco duro, e incluso a través de Internet, aunque con los correspondientes códigos para evitar la piratería".

Proyectores

Juan Ramis cree que en Mallorca todavía sobreviven aproximadamente una docena de los viejos proyectores de celuloide, entre ellos los diez en poder de Aficine. "Los proyectores digitales -ironiza- han conseguido que me ahorre un par de cajas de analgésicos, al no tener que cargar con las bobinas, que era lo que sucedía antes, cuando llegaban cajas y más cajas con las películas".

En este punto de la conversación interviene Javier Salom. Se trata de saber cuándo se inaugurará en Palma la primera sala para ver cine en relieve, en 3D, sin necesidad de llevar las incómodas gafas, que, entre otros inconvenientes, tienen el de oscurecer la imagen. "En los aspectos técnicos vamos a rebufo de lo que se hace en Estados Unidos, cuando allí se inauguren esas salas en poco tiempo las tendremos en España y, por supuesto, en Mallorca, pero ahora es imposible decir cuándo sucederá", dice, añadiendo que es incapaz de precisar una fecha. Lo que sí corroborá es el hecho de que "progresivamente, poco a poco, la gente está volviendo al cine". "Se están demandando nuevamente las salas del centro de la ciudad -destaca- después de una época muy difícil en la que iban cerrando una tras otra". Al plantearle si la crisis puede darse por superada, sentencia que "el cine siempre está en crisis, es una suerte de montaña rusa, con constantes altibajos, pero es verdad que hemos dejado de caer, que los dos últimos años, 2014 y 2015, las cosas han ido un poquito mejor, hemos tenido más espectadores, a lo que hay que sumar el hecho de que hay más gente, y no únicamente personas mayores sino también jóvenes, que nuevamente demandan salas en el centro de Palma, lo que sucede cuando únicamente quedamos unas pocas: básicamente los Augusta y el Rívoli".

Juan Ramis opera los nuevos proyectores digitales, lo que, de hecho, pueden recibir órdenes a través de una simple llamada del teléfono móvil. B. RAMON

Nada que ver con los años en los que Palma contaba con una nómina superior a la veintena: además de los dos citados, Rialto, Palacio Avenida, Sala Astoria, Born, Oriental, Fantasio, Moderno, Metropólitan, ABC, Actualidades, Principal, Teatro Balear, Protectora, Victoria y algunos más en las distintas barriadas. Salom no se atreve a decir que esa época dorada renazca,pero sí opina que si se mantiene la demanda de cines en el centro, puede que acabe por inaugurarse algún que otro local. "Es algo que está por verse, pero no es descartable, porque ahora, afortunadamente, la tendencia es positiva", aduce.

Lo que considera nefasto es el desorbitado incremento del IVA decretado por el Gobierno del PP. "Lo que nos mata es el IVA -afirma-, lo que se nos ha hecho es una salvajada, es imposible calcular el daño que nos ha hecho haber subido el IVA al 21 por ciento, cosa que no ha ocurrido en ningún otro país europeo". "Esta salvajada -reitera- es lo que ha hecho dificilísima la recuperación, lo que nos ha puesto las cosas muy difíciles".

Así y todo, el negocio ya no vislumbra un horizonte tan negro como el de unos años atrás, ahora la salas ven cómo progresivamente el público acude cada vez en mayor número, empieza a ser perceptible la recuperación a la que alude Salom, aunque insista en matizar que en cualquier momento todo puede volver a irse al traste.

Retoma la conversación Juan Ramis diciendo que una de las ventajas de la digitalización ha consistido en que los proyectores pueden ser operados a través del móvil, lo que ha significado un cambio que no duda en calificar de "monumental". "Antes el operador tenía que estar constantemente en la sala de proyección, atento a cualquier novedad, pero ahora las cosas son muy diferentes", afirma. La tarea era más complicada "antes del antes", allá por los años cuarenta y cincuenta del pasado siglo, por no remontarse más atrás en el tiempo, cuando el celuloide daba demasiadas veces desagradables sorpresas al quemarse o degradarse, con la consiguiente merma en la imagen, que a veces incluso desembocaba en que la película no pudiera proyectarse o se exhibiera notablemente mutilada, lo que provocaba las consabidas protestas, a base de silbidos, del público, que, así y todo, no desertaba.

Juan Ramis siente nostalgia por los viejos proyectores de de celuloide. B. RAMON

En cuanto a las inmediatas innovaciones técnicas, Ramis dice que los sistemas informáticos caducan cada pocos años, con lo que es imprescindible adaptarse a las novedades que llegan al mercado. Las inversiones son cuantiosas, precisa Salom, quien enfatiza que un proyector digital de última generación cuesta, de media, entre sesenta y setenta mil euros. "Es un negocio que muchas veces constituye una ruina -asegura-, por lo que es imprescindible sentir mucho amor por este mundo para seguir en él a pesar de todas las dificultades" e insiste en que una de las de mayor envergadura ha sido la del incremento del IVA. Pese al lamento descarta retirarse y mucho menos cerrar la sala Rívoli. Señala que a la empresa familiar no se le ha pasado por la cabeza semejante eventualidad, y mucho menos ahora que se empiezan a detectar síntomas de una recuperación, de un renovado interés por ir al cine en Palma. "Eso es lo que necesitamos -concluye- que la gente quiera volver a ver una película en una sala de cine, es lo esencial y estamos muy satisfechos de que empiece a ser otra vez un poco como antes, es lo mejor que le puede suceder al cine".

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