-¿Qué tal, don Pedro?
-Mucho trabajo, con tanto delincuente al que hay que acusar...
-Sí, claro, entre los que tiene que acusar y los que tiene que defender...
-Ya sé por dónde va y le advierto que como me soliviante, igual encuentro algo de lo que acusarle...
-Sepa usted que soy pariente, aunque lejano eso sí, de la familia Borbón…
-En ese caso bastará con que nos tomemos juntos un combinado en una fiesta. Pero que nos hagan fotos.
-Dicen que se le ha subido a usted un poco el asunto de la fama a la cabeza...
-En absoluto. Lo que pasa es que soy extremadamente fotogénico, como usted puede comprobar...
-Ciertamente...
-Y eso que no me está viendo usted mi perfil bueno.
-Ya lo comprobaron en Vanity Fair...
-Fue una entrevista muy profesional...
-¿En una revista llamada La Feria de La Vanidad?
-A ver, yo soy fiscal. Y los fiscales somos como somos.
-La élite de los funcionarios...
-La ARISTOCRACIA de los funcionarios.
-¿Aristocracia?
-No me va a comparar usted a mí con un neurocirujano o con un profesor de Secundaria. Un respeto. Todo eso son funcionarios de segunda, como mucho.
-¿Cuáles son los de primera?
-Fiscales, Abogados del Estado, Inspectores Financieros y pare usted de contar.
-¿Y los jueces?
-Esos… Bah… Esos son unos empollones.
-Dicen que casi todos los fiscales hubieran querido ser jueces…
-…y actores de cine, y músicos, y escritores… todos tenemos veleidades artísticas…
-¿Pero entonces por qué los fiscales no son jueces si es lo que en realidad les gusta?
-Porque la oposición es más difícil, pardal.
-¿Y los abogados del Estado?
-Ya ha podido comprobar en los últimos días que para ser abogado o abogada del Estado no hacen falta muchas luces.
-¿Cuántas luces hacen falta?
-Las mismas que para iluminar un suburbio.
-¿Cuál cree usted que es el futuro de la infanta Cristina?
-No lo sé. Pero cuando se quede dormida yo le daré un beso para que despierte...
-¡Qué romántico!
-O... también la besaré cuando ella se convierta en sapo...
-¿Pero qué está usted diciendo?
-¡CROAC!