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Cien años del Instituto: De Melchor Gaspar de Jovellanos al Ramon Llull

Se cumple el centenario de la inuguración, en enero de 1916, del Instituto Ramon Llull. La matriz del mismo hay que buscarla en el ilustrado Melchor Gaspar de Jovellanos

Catedráticos y profesores del Instituto. La foto corresponde a un claustro del curso 1881-1882.

La creación del actual Instituto Ramon Llull conforma una larga historia, capaz de abarcar tres siglos: XVIII, XIX y XX. Para hallar su génesis hay que bucear en las postrimerías del siglo XVIII, en los tiempos de la Ilustración, momento en el que uno de los políticos españoles de más largo recorrido y, naturalmente, más desaprovechados, cercenado por el interminable reaccionarismo de las clases dirigentes españolas, Melchor Gaspar de Jovellanos, recluido en el castillo de Bellver, publica "Memoria o tratado práctico sobre la enseñanza", en el que expone el gran fracaso que acumulaba la educación en España (nada muy distinto de lo que sucede hoy), al no existir unas enseñanzas medias que posibiliten un acceso en condiciones a los estudios universitarios. Jovellanos contó, para que su proyecto emergiera, con la ayuda de la Sociedad de Amigos del País, una de las clásicas organizaciones que produjo la Ilustración, que también propugnaba la adecuación de las enseñanzas que se impartían, aunque desde una perspectiva más elitista, puesto que el político asturiano reclamaba la necesaria universalización de la educación. Ahí radica la génesis del Ramón Llull, según Biel Alomar, coordinador del Instituto, quien, junto a su director, Josep Fillol, y el profesor Bernat Amengual, prepara los actos conmemorativos del centenario, que se cumple el 25 de enero.

Porque fue un 25 de enero, el de 1916, cuando en Europa la Primera Guerra Mundial estaba en su apogeo y se aprestaba a arrumbar el orden político surgido un siglo atrás, en el Congreso de Viena, que, a su vez, había liquidado el orden napoleónico, el día en que una orden taxativa y directa del rector de la Universidad de Barcelona conminó a las autoridades académicas de Mallorca a iniciar las clases en el nuevo edificio, abandonando definitivamente las aulas del colegio de Montesión, que amenazaban ruina, donde se había impartido desde la desamortización de Mendizábal, allá hacia 1836.

Instituto General Técnico

El nombre del centro era el de Instituto General y Técnico de Palma. En 1924 pasó a ser Instituto Nacional de Segunda Enseñanza de Palma, para, inmediatamente después del golpe de Estado militar contra la República de julio de 1936, denominarse Instituo Nacional Masculino de Segunda Enseñanza Ramon Llull. El cambio se debió al sacerdote Francisco Bosch, que, además del de director, ocupaba el destacado cargo de depurador de los profesionales de la enseñanza considerados afectos a la República. El clérigo procedió a despedir, entre otros, al anterior director del Instituto, Sebastià Font Salva, quien, a pesar de perder cargo y cátedra, no corrió la misma suerte que otros muchos docentes: ser fusilado por las nuevas autoridades franquistas.

Imagen exterior del Instituto antes de la Guerra Civil. La escultura de Ramón Llull todavía se hallaba situada en las Avenidas.

Precisado que hay que retrotrarse a Jovellanos para entender la creación del Instituto, el primero que se construyó en España, salvo un centro de formación profesional ("colegio práctico") levantado en Gijón, también por iniciativa del político encarcelado en Bellver, es en 1835, al concluir la denominada "década ominosa", los últimos años del "rey felón", el absolutista Fernando VII, cuando el Instituo obtiene la imprescindible carta de naturaleza, la autorización real para iniciar sus actividades. Nada se pudo hacer antes, entre los años 1825-1835, en los que el absolutismo dictó su ley en las Españas. La muerte de Fernando VII abre las puertas a los liberales, en los que se apoya su hija, Isabel II, para cerrar el paso al pretendiente carlista, Carlos María Isidro, hermano de Fernando. Es entonces cuando diversas personalidades del campo liberal: Guillem Moragues, Joan Muntaner, Joan Despuig, conde de Ayamans, Pedro Juan Morell y Pedro Andreu remiten una carta a Isabel II demandándole la creación del instituto. Obtenido el plácet, se formaliza la primera convocatoria oficial de cátedras, cinco en concreto: Gramática y Humanidades Castellanas, Lenguas inglesa y francesa, Lenguas latina y griega, Matemáticas y Legislación (tanto Fillol como Alomar y Amengual afirman que podría ser conveniente reintroducir esta última materia). ¿Qué existía en Mallorca antes de la instauración del instituto de enseñanzas medias?: la Universidad, nada menos que desde 1483, abolida por un real decreto de 1832 y que no volverá a ver la luz hasta su reinstauración, en la década de los setenta del pasado siglo, en los primeros años de la Transición. En la isla solo quedaron las enseñanzas primarias, por lo que el Instituto Balear se constituirá en heredero de la Universidad hasta que en 1979 ésta vuelva a ser operativa. El hilo de la historia nos sitúa en 1845, año en el que se aprueba la legislación reguladora de las enseñanzas medias, con cátedras que son ocupadas por los antiguos profesores de la Universidad.

Iniciado el siglo XX se da una rara conjunción de destacados políticos mallorquines en Madrid, la que a la postre posibilitará la aprobación, financiación y construcción del Instituto. Antonio Maura preside una y otra vez el Consejo de Ministros, del que también forma parte Alejandro Rosselló, al frente del ministerio de Instrucción Pública, a los que hay que añadir el conde de Sallent. Entre los tres se genera el impulso necesario para que nazca el nuevo instituto. No fue una iniciativa fácil, puesto que la solicitud se cursó en los años noventa del siglo XIX, casi coincidiendo con el desmoronamiento de los restos del imperio colonial, en 1898, pero el concurso para proceder a la construcción del edificio es convocado, para, en el tránsito entre 1904 y 1905, con Maura en la cúspide del poder político en España, aprobarse el proyecto del arquitecto madrileño Tomás Gómez Acebo, que se impone al de su colega mallorquín Francesc Roca.

Largo debate

La opción del profesional de Madrid originó un largo debate en Palma, puesto que desde determinados sectores sociales, los políticamente más escorados hacia el entonces denominado regionalismo, se consideró poco adecuado que se llevará el gato al agua un arquitecto madrileño en detrimento de otro mallorquín, pero se impuso el que se consideró mejor proyecto.

Las obras se iniciaron en unos solares denominados s´Hort del Tirador, la actual Vía Alemania, propiedad del Ayuntamiento y la Diputación, aunque se tuvo que expropiar alguno, lo que retardó el inicio de las obras, puesto que su propietario, un tal Benet Pons, litigó para hacer valer los derechos de su mujer, que era la verdadera propietaria.

Surgió otro problema: la irregularidad de los terrenos, en el antiguo cauce de la Riera, hizo que el sobrecoste se incrementara notablemente, pasando del 1.500.000 pesetas inicialmente presupuestadas hasta los dos millones, una cantidad muy elevada para la época. Es constatable que un siglo después nada ha cambiado al respecto. El proyecto desechado del arquitecto mallorquín ubicaba el instituto en la calle 31 de diciembre, solución rechazada por el Ayuntamiento dado que suponía tener que proceder a la expropiación de numerosos solares. Resueltos los problemas, se inician las obras a finales de 1910 prolongándose hasta 1915 para, reseñado queda, en enero de 1916 convertirse el nuevo edificio del Instituto de enseñanzas medias de Palma.

Cambios drásticos

Font Salva será desde ese año y hasta julio de 1936 ininterrumpidamente su director. Con la Guerra Civil, que en Mallorca se resuelve desde el primer día, el 19 de julio, favorablemente para los golpistas, llega al Instituto el padre Bartolomé Bosch. Con él, los cambios serán muy notables, drásticos, e irán acompañados de una radical transformación del ideario docente, puesto que se arrumba todo atisbo de modernidad pedagógica para que el currículo docente quede impregnado del nacional-catolicismo que llega con la dictadura del general Franco. Además de establecer la sede de la oficina de depuración junto al Instituto, en la Escuela de Artes y Oficios, el sacerdote-director, siguiendo al pie de la letra las órdenes emanadas por las nuevas autoridades, procede de inmediato a suprimir la enseñanza mixta, a separar a alumnas y alumnos. Hasta entonces, el Instituto se había caracterizado por articular unos métodos de enseñanza avanzados, que es con los que acaba el padre Bosch, quien permanecerá en el cargo hasta su jubilación en 1955, falleciendo a mediados de la siguiente década. En la dirección le sucedió Font Trías. El centro se llamará, desde 1936, Instituto Nacional Masculino de Segunda Enseñanza, al que Bosch añade, previa atorización del nuevo gobernador civil de Balears, Ramón Llull, denominación que ha prevalecido hasta la actualidad.

La segregación de sexos, que fue de hecho la primera iniciativa de Bosch, provocó que se tuviera que habilitar el segundo piso para las chicas, incomunicándolo de la planta baja y el primero, reservados a los chicos, además de procederse a la construcción de una terraza en lo alto del edificio para que las alumnas dispusieran de un patio de recreo. La segregación, que se hizo obligatoria en todos los centros docentes de España, que directa o indirectamente quedaron supeditados al control de la Iglesia católica, persistió hasta poco después de la muerte del general Franco, concretamente hasta 1978, año en el que se aprobó la actual Constitución.

La Guerra Civil dejó su huella en el Instituto. En la fachada principal, la que se asoma a Vía Alemania, en las barreras de marés, todavía pueden verse los impactos dejados por la metralla de las bombas arrojadas por la aviación republicana. Se trata del último vestigio directo de la guerra que queda en Palma, salvo los orificios dejados en los muros del cementerio de Ciutat por las balas de los pelotones de fusilamiento. Las actividades docentes no se interrumpieron a lo largo de los tres años de la guerra, entre 1936 y 1939, procediéndose a la construcción de un refugio para el alumnado. En la década de los cuarenta, en la inmediata posguerra, el Instituto albergó un regimientos de radiotransmisiones.

Una de las alas del Ramón Llull, en la que nunca da el sol, pronto fue conocida como "Siberia", así hoy se la sigue denominando. Resulta que el sistema de calefacción no conseguía llegar hasta ella, lo que originaba que en invierno el ambiente fuera gélido, no había forma de calentar las aulas y no hablemos de los pasillos, con los soportales sin vidrieras. En cuanto a las palmeras de la fachada principal subsisten las dos de mayor altura. Otras han sucumbido a la plaga del picudo rojo habiéndose procedido a sustituirlas.

El director Josep Fillol dice, al comentar los actos previstos para celebrar el centenario, que no es cierto que el nuevo Govern balear haya acabado con los recortes en educación. "No es verdad lo que afirman -dice-, puesto que en la conselleria que dirige Martí March el presupuesto asignado al Ramón Llull se ha recortado en un ocho por ciento, cosa que parece que también ha sucedido en otros institutos". "Es necesario resaltarlo -añade-, aunque también hay que reconocer que el talante y el diálogo ha mejorado mucho con respecto al anterior Govern, pero no es cierto que se hayan acabado los recortes".

Por las aulas del Ramon Llull, con sus diversas denominaciones, han pasado conocidos nombres de la sociedad de Mallorca. Entre otros, Antonio Maura, Alejandro Rosselló, Alejandro Jaume, Rosselló Porcel y una larga nómina, practicamente inacabable. Profesores los ha habido de renombre: Pons i Gallarza o Gbriel Alomar. Las calles de Palma dan fe de que profesores y alumnos han sido protagonistas de la historia de Mallorca y, en buena medida, de la de España. Así se sintetizan los cien primeros años del Ramon Llull, los que el Instituto se dispone a celebrar.

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