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Impresiones invernales

Historia

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Se sabía que esta legislatura iba a ser cualquier cosa menos aburrida y ha bastado con la ceremonia de toma de posesión de sus señorías los diputados en Cortes para colmar nuestras esperanzas. El asunto del miércoles ha terminado convirtiéndose en una competición sin piedad por dar con la fórmula más original y creativa para darse por investido cuando de antemano parecía imposible imaginar nada más soso que la posesión del cargo. Pero allí donde hay afán de entrega el talento surge. Oía yo por la radio a los participantes en el barullo y sentía por primera vez en mi vida no ser congresista porque, al llegarme el turno, podría haber aprovechado la oportunidad de proclamar ante la Historia que juro o prometo el cargo, lo que haga falta, pero por imperativo legal, costumbre establecida y ausencia de otras opciones con el compromiso de trabajar con los personajes de Forges como modelo a seguir.

La palabra clave en la frase anterior es la de Historia. Esta semana se ha usado más que en toda la década anterior si excluimos las crónicas del fútbol. Empezaron los acontecimientos históricos con el juicio del caso Nóos, al decir de los cronistas, insistiendo éstos en que es la primera vez que un miembro de la realeza se sienta en el banquillo de los acusados. Están en lo cierto; los precedentes como el de 1793 con la ejecución de Luis XVI tras juicio ante la Convención revolucionaria fueron poca cosa y no merece la pena ni acordarse de ellos porque entonces no teníamos programas de televisión. Además eso pasó en Francia, país, como se sabe, tirando a ínfimo y de poco interés en términos históricos. Historia, con mayúsculas, es lo nuestro: Nóos y la toma de posesión de sus señorías. Aquello del 14 de abril de 1931 con la huida de Alfonso XIII hacia el exilio no pasa de anécdota. La Guerra Civil y el franquismo es cuestión de nota a pie de página.

A quienes vivimos las semanas anteriores al 20 de noviembre de 1975 y los meses que pasaron hasta el 29 de diciembre de 1978 nos cuesta recordar -a mí al menos- que a nadie le diese por decir que se estaba haciendo Historia. A lo mejor sucede como con la soberbia definición de John Lennon sobre lo que es la vida y resulta que la Historia también es eso que te sucede mientras haces planes. Pero lo que resulta más difícil a día de hoy es saber qué planes estamos haciendo más allá de dar con fórmulas novedosas de toma de posesión y de esgrimir la doctrina Botín sin haber jamás leído ni una sola página del Boletín Oficial del Estado, epígrafe de la Administración de la justicia. Total, ¿qué más darán los detalles cuando uno está viviendo acontecimientos históricos? Llegaron las naves de Colón al Caribe y todo lo que les importaba era que veían tierra. ¡Qué bajeza! Pero, claro, no estaban haciendo Historia de la de verdad sino simple turismo.

Es sabido que la Historia la escriben los vencedores. De la de Roma y Cartago, por ejemplo, sólo sabemos lo que nos contaron los romanos. Con la llamada Reconquista sucede lo mismo: se nos enseñó convirtiendo a don Pelayo en un héroe y a los musulmanes en invasores perversos. Me pregunto quién escribirá la Historia de ahora mismo y qué dirá de quienes piensan que vamos de cabeza hacia el puro disparate.

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