Diario de Mallorca

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Desde Inglaterra

Xmas

Xmas

Por fin ha pasado la Navidad. Si ya no tenía demasiado espíritu navideño (signifique eso lo que signifique), desde que estoy en Inglaterra les diría que tengo incluso menos. Y eso que no pasé las navidades aquí, sino en casa, en Mallorca, recuperando en apenas diez días los kilos que había conseguido bajar en más de un mes previo de purés de calabacín, ensaladas y pollo a la plancha.

La Navidad, tanto en Inglaterra como en Mallorca, más que un día o unos días, es prácticamente una estación propia, con fechas de inicio y final un tanto difusas, un poco al gusto del consumidor, palabra clave de esta época. No les daré la brasa con el mil veces repetido binomio consumismo-Navidad, pero si me permiten les ilustraré con mi experiencia en la estación navideña en tierras de Su Graciosa Majestad. Aquí Christmas (o Xmas, si van de modernos) está por todos sitios justo después de Halloween, celebración americana que los ingleses celebran casi más que los propios americanos. Los restaurantes empiezan a ofertar sus menús navideños y las tiendas nos recuerdan que solo nos quedan ¡dos meses! para comprar regalos.

Pero lo peor, al menos para mí, se da en el trabajo. En los colegios la Navidad es directamente una locura. En todo el mes de diciembre no hicimos nada más que actividades relacionadas con la Navidad, a todas horas. Como no podía ser de otra manera, terminé encima del escenario con los críos de mi clase cantando (bueno, haciendo como que cantaba, o en su término inglés, playback) All I want for Christmas is you, ante un distinguido público formado por los padres de los alumnos y el diputado en el Parlamento por Reading Este, Alok Sharma, de visita en el colegio. El miércoles 16 de diciembre fue el Christmas Jumper Day en el colegio, es decir, el día en el que el personal y los alumnos podían llevar si querían (aunque cualquiera no lo hace) un jersey navideño, es decir, con estampados y motivos tales como papá noeles, renos, etc. Es otra moda importada de América que aquí causa furor, pero que a mi gusto constituye un atentado contra la moral y la decencia. Yo evidentemente no tenía jersey navideño, pero para no ser marcado como infiel, compré uno en Primark, esa cadena de ropa que recientemente abrió en Madrid una tienda cuya cola para entrar en los primeros días llegaba hasta Toledo. Me costó nueve pounds, es bastante discreto (todo lo discreto que puede ser un Christmas jumper) y tiene una sorpresa incorporada: si se aprieta un botón, un pequeño altavoz hace sonar las melodías de Jingle Bells, Santa Claus is coming to town y I wish you a Merry Christmas. Cuando los niños descubrieron tal prodigio musical, me rodearon haciéndolo sonar una y otra vez. He de decir que les encantó tanto o más que el de otra profesora, en cuyo jersey, al pulsar otro botón, se iluminaban los cuernos de los renos.

Pero la Navidad en los colegios ingleses tiene otra cara, mucho más dulce y sabrosa. Los alumnos regalan a los profesores bombones. Muchos bombones. Tantos que para no ser acusado de contrabando en el aeropuerto decidí dejarlos aquí en Inglaterra y compartirlos con la gente con la que vivo. Han debido gustarles, porque a mi vuelta solo he encontrado uno.

También aquí hay propósitos de Año Nuevo, o New Year resolutions. Son las mismas que en Mallorca, aparte de lo de aprender inglés, que aquí ya les viene de serie. Ingleses y mallorquines demostramos el mismo grado de perseverancia en estos propósitos: nulo. El año pasado, a una amiga inglesa le duró su resolution (no beber en enero) lo que tardamos en vernos e ir a un pub. Aun no era el día de Reyes. Yo cada año me hago la misma: ser feliz. Espero que ustedes también lo sean, cumpliendo o no sus propósitos. Molts d´anys!

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