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Medio ambiente

No valen los modelos generales y el "cortar y pegar"

En los países europeos no se utilizan siempre los mismos colores para seleccionar los residuos.

El pasado 3 de octubre, el columnista John Tierney, publicó un artículo en The New York Times que ha levantado bastante polémica. Su título es The Reign of Recycling. El columnista lleva tiempo escribiendo en contra de la política de residuos en la que la recogida selectiva forma parte esencial de todo el proceso y, por ende, el reciclaje de la materia separada convenientemente. Reconozco que desde hace tiempo sigo la máxima, un poco en la línea que manifiesta el autor al principio del artículo, de no dar nada por sentado, especialmente cuando mucha gente lo afirma categóricamente, y por eso mismo planteo el presente artículo.

Vivimos con el convencimiento de que las famosas 4 R (reducir, reutilizar, reciclar, recuperar) y la jerarquía de gestión en materia de gestión de residuos son el modelo a seguir y no se escuchan voces discordantes. Se ha convertido en una verdad universal y absoluta. Si leemos con atención la Directiva Marco de Residuos vigente 98/2008/CE, en su artículo 4, nos dice: "Jerarquía de residuos. La siguiente jerarquía de residuos servirá de orden de prioridades en la legislación y la política sobre la prevención y la gestión de los residuos: prevención; preparación para la reutilización; reciclado; otro tipo de valorización, por ejemplo, la valorización energética; eliminación".

Nos parece incuestionable el primer principio de la jerarquía, la prevención: no generar residuos es siempre mejor que hacerlo y tener que cargar con las consecuencias. El resto ya es más discutible. Sigamos leyendo lo que nos dice el artículo 4: "Cuando se aplique la jerarquía de residuos contemplada en apartado 1, los Estados miembros adoptarán medidas para estimular las opciones que proporcionen el mejor resultado medioambiental global. Ello puede requerir que determinados flujos de residuos se aparten de la jerarquía, cuando esté justificado por un enfoque de ciclo de vida sobre los impactos globales de la generación y gestión de dichos residuos". Es decir, que conviene analizar correctamente mediante un análisis de ciclo de vida, nos dice el legislador, por si soluciones no adaptadas a la jerarquía pudieran ser más convenientes. Lo cierto es que a día de hoy, caben muchos interrogantes.

Para empezar, la forma de medir los resultados es un tanto equívoca. No se mide lo realmente reciclado, sino lo recogido selectivamente. Tampoco se mide lo realmente reutilizado, sino lo preparado para reutilizar. Y no se trata de meros detalles. Los resultados reales del reciclaje de envases están lejos de las expectativas con tasas inferiores al 50% de lo recogido selectivamente, ya que el resto presenta un estado de contaminación tal que hace inviable su reciclaje. En el caso del vidrio y papel, si bien los resultados no son tan negativos, distan mucho de lo esperado. Basta con ver un contenedor de vidrio recogido selectivamente en una estación de transferencia para darse cuenta de la cantidad de impropios y alto grado de contaminación que presenta.

Y qué decir de las plantas de tratamiento mecánico-biológico para separar materiales y su posterior reciclado. Su rendimiento efectivo dista mucho de alcanzar el 50%, incluyendo los materiales destinados a la producción de combustible derivado de residuos, los conocidos CDR´s. Además, lo destinado a reciclaje y contabilizado como tal, en muchos casos, una vez en la planta de reciclaje, es rechazado por su alto grado de contaminación.

Por otra parte, los productos obtenidos con material reciclado en muchos casos presentan problemas para determinados usos, haciendo su comercialización efectiva más problemática. La recogida selectiva de calidad no avanza si no se aplican esfuerzos intensos y continuados sobre la población en general que debe disponer de parte de su tiempo para ello, con resultados que ya hemos visto que no alcanzan las expectativas.

Es cierto por otra parte, que muchos trabajos serios proponen como mejor solución global la recogida selectiva y el tratamiento diferenciado, si bien, siempre matizando que se trata de estudios para entornos concretos y determinados. No es objeto de este artículo proponer soluciones, que en todo caso requieren de análisis técnicos complejos y voluntades políticas y ciudadanas.

Solamente una propuesta genérica: en gestión de residuos, como en la mayor parte de decisiones de gestión en entornos complejos, no valen los modelos generales y el "cortar y pegar". Es necesario no dar nada por sentado, dudar antes de decidir, no adaptar soluciones conocidas sin más, hablar y plantear cuestiones con todas las partes, analizar con detalle todas las circunstancias particulares del caso, proponer una solución a medida, y después y sobre todo, actuar decididamente. Y hacer todo lo anterior en un plazo razonable de tiempo. Obviamente, ello implica mayor trabajo, dedicación y costes de estudio y análisis.

Sin embargo, nuestro entorno está lleno de ejemplos de lo contrario: aplicación de soluciones conocidas a problemas nuevos o distintos, con resultados catastróficos y costes finales muy superiores al diferencial de coste inicial que supone plantear soluciones a medida y caso a caso.

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