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Oblicuidad

El momento exacto para recibir una noticia

El momento exacto para recibir una noticia

La carnicería de París también puso a prueba la adaptación al instante de los medios informativos, asunto de cierta relevancia para amortiguar la ansiedad planetaria. El resultado del examen fue decepcionante, como si los recortes afectaran a las cobertura internacional más de lo deseable, y al margen de dos periodistas heridos en el cumplimiento del deber. Otra prueba, por cierto, de la aproximación del terrorismo a nuestra cotidianeidad.

El ejército de psicólogos que desplaza una tragedia se planteó en París el problema novedoso de explicar la tragedia a los niños, "que tienen derecho a saber". Es una incógnita adecuada para una civilización que necesita consultar a un experto antes de saludar a un vecino. Sin embargo, conlleva un menosprecio a las edades inferiores. El interrogante clave tras los atentados islámicos de París era cómo explicárlos a los adultos, cuando no había nada que contar.

Hoy es antipatriótico elogiar al New York Times, pero cabe admirar su sangre fría al presentar únicamente piezas contrastadas y elaboradas a la perfección, donde llega a corregir la utilización errónea de un plural en el título de una película. Por supuesto, se publican más tardíamente que los exabruptos sin sintaxis ni excesiva fiabilidad de los galgos de la información. Con lo que llegamos al dilema sobre el momento exacto para recibir una noticia. ¿En cápsulas instantáneas, o en un menú cocinado en su punto? Mi sorprendente conclusión es que un genio de internet con alpargatas descubrirá, de aquí a poco, un concepto que llamará diario.

A la espera de acontecimientos, el viernes de la matanza islamista monté guardia por estricto sentido del deber ante la BBC, CNN, MSNBC, Al Jazeera, TV5 Monde y demás cadenas globales. Solo recuerdo imágenes oscuras y divagaciones con la gama entera de los sinónimos del estupor. Ojalá me hubiera ido al cine de madrugada, para que el cerebro rumiara en su trasfondo la tragedia sin intoxicaciones.

La sequía de datos en un ciclo de 24 horas alienta sucedáneos como el periodismo de desmentidos, un parvulario donde los gurús reprenden a las redes sociales por difundir un falso atentado en Estrasburgo, la muerte de policías o el incendio del centro de refugiados en Calais. Con perdón, no me interesa demasiado la reacción psicológica de los parisinos, ni las evocaciones de literatos que creen que su visita a París cambiará laa vidas ajenas. Me basta con saber qué ha pasado, lo cual se toma su tiempo. La ausencia de periodismo engendra metaperiodismo. Aquí está.

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