-¿Qué tal, don Jordi?
-Pues aquí trabajando…
-¿No está usted jubilado?
-Estaba, estaba. No se imagina usted la de trabajo que da que a uno no lo metan en la cárcel.
-No será para tanto…
-La única esperanza es que Arturito haga los deberes, los Pujol nos independicemos de España y no nos puedan aplicar ninguna de esas leyes incómodas.
-¿Cuando se independicen los Pujol, dice usted?
-Los Pujol y Cataluña es lo mismo.
-Ya decía su hijo Oriol que él y sus hermanos llevaban con dignidad eso de compartir padre con seis millones de catalanes… O sea un hijo por cada millón de catalanes.
-Ya deben ser siete. Estoy haciendo lo que puedo con Marta, pero no sé si va a poder ser porque últimamente la encuentro muy nerviosa.
-Anda que como le metan en la cárcel, que Dios no lo quiera, ¿qué será de su mujer y sus hijos?
-Pues que, al paso que vamos, estarán todos conmigo. Pediremos a Instituciones Penitenciarias que nos hagan un módulo familiar.
-¿Aislados?
-Naturalmente. No se nos acerque algún xarnego…
-Estaría bien, así todos juntos, en la intimidad familiar.
-Sí, que no sabe usted lo complicada que es esa intimidad. Con la cantidad de cuentas corrientes que ha abierto Jordi, el pobrecito mío a veces no se acuerda de todos los números. Y oiga, son veinte cifras por cuenta. Son cosas que llevamos en familia, sí. Mejor todos juntos. Sin novias.
-Lo que pasa es que eso de construirles un módulo para ustedes solos es un poco fuerte…
-Es lo que yo digo; que nos dejen en casa y que nos pongan a los mossos abajo para vigilar y para controlar cuando salimos y entramos…
-Hombre, pero si están condenados no podrán salir…
-Ya nos concederemos algún permiso penitenciario. Seguro que la República Catalana nos dará varios.
-Usted, de pronto, se volvió independentista. Usted, que decía con Aznar aquello de España va bien, ¿qué pasó para que cambiara de opinión?
-Pues que la novia de Jordi empezó a largar y a tirar de la manta, y los fiscales, que debían ser todos españoles, la creyeron y se lo tomaron en serio. Y mira que se lo tenía dicho al niño: Jordi, donde tengas la olla… Ya sabe…
-¿Y dónde tenía la olla su hijo Jordi?
-Entre otros sitios en Andorra.
-Por cierto, ¡qué colección de coches la de Jordi!
-Al niño le gusta los coches. Y oiga se los podía comprar.
-Hombre ya, pero ese dinero era de Cataluña
-Pues eso. Nuestro. De la familia Pujol.