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Oblicuidad

James Bond necesita una guerra fría

James Bond necesita una guerra fría

Poco importa si Spectre es el peor James Bond, porque seguiremos fieles a la inmortalidad del héroe de Ian Fleming en cualquiera de sus manifestaciones. Ahora bien, esta pésima edición de 007 demuestra que el director Sam Mendes le ha perdido el respeto a su héroe. Y por desgracia, el carácter postizo de la entrega se advierte a partir de la desangelada escena inicial en México.

¿A qué nacionalidad pertenece el gorila que acosa a Daniel Craig durante buena parte de la película? El ecumenismo anejo a la caída del Muro de Berlín obliga a crear protagonistas perversos de pasaporte desconocido. Han caducado los balcánicos de los noventa, y los ciudadanos exsoviéticos de la década pasada. Por supuesto, no se debe vulnerar ningún código de raza ni de religión. En resumen, aburrimiento ante villanos sin identificar. Bourne y Misión imposible se contagian de esta desubicación ideológica del crimen.

Aunque participa de los beneficios de Spectre como productor, Craig está harto de su personaje. Ni siquiera exhibe la preparación física recomendable. Además, el Bond contemporáneo ha abdicado de todos los atributos de sus predecesores. Las mujeres solo sucumben a sus encantos a la segunda acometida, no se le observa en ninguna libación alcohólica y mucho menos consumiendo la droga más dura, el tabaco. Ni siquiera abunda la publicidad encubierta.

Monica Bellucci derrocha más fascinación en su única escena que Craig durante toda la película, y estamos hablando de dos horas y media de interminable proyección. Léa Seydoux será una actriz fenomenal en cuanto se olvide el traspié de Spectre, donde sus estudios en Oxford y La Sorbona no le liberan de las garras de un vestido de lamé. La serie no fabrica un oscuro objeto del deseo desde la sensacional Eva Green.

El agente 007 está torturado por una sed de venganza que jamás se transmite a su actuación, solo se desprende de los comentarios de su entorno. Por tanto, James Bond necesita una guerra fría, un enemigo concreto que solidarice al espectador con el destino de cada uno de sus puñetazos. Además, el análisis del ingrediente geopolítico disminuirá el número harto excesivo de palizas que recibe el superagente en Spectre.

Amputado de su machismo, su tabaquismo y su alcoholismo, Bond es hoy una parodia de Bourne, un espía sin raíces que vagabundea por el planeta. Mientras, el espectador rumia que la trama podría resolverse con una consulta en Google. Igual de emocionante y más breve.

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