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El ingenuo seductor

La última generación

Dos generaciones conviven todavía en la sociedad actual, la que se formó y aprendió con lo analógico, y se ha tenido que adaptar a los nuevos tiempos, y la que solo interactua y se comunica con lo digital

La última generación

Como si formase parte de alguna entrega de la saga de Star Trek, me desperté una mañana, no remota, pensando que, tal vez, ya no estuviera en el grupo de los que iniciaban algo, de la avanzadilla, de los que marcaban el paso y hubiera empezado, sin apenas darme cuenta, a amortiguar la zancada, a dejarme adelantar, a caminar el retaguardia. Es esa sensación que te empuja a verte no como la generación (añadir aquí lo que convenga) sino como la última generación.

Precisamente hablaba de ello con el gran crítico de televisión y colaborador de En el aire, el programa de Buenafuente, Roberto Enríquez (Bob Pop), y llegamos a la conclusión de que ya formábamos parte de la última generación en tantas cosas que llegamos a sentir algo de vértigo. Aunque, ahora que lo pienso, el vértigo puede que fuese consecuencia inmediata de las botellas de vino y las almejas a la plancha que nos zampamos. Pero ese es otro tema.

Sin ir más lejos, sospecho que pertenezco a la última generación que escribió ´te quiero´ y no creó un acrónimo ni presionó un emoticono con forma de corazón azul la primera vez que quiso mostrar sus sentimientos. Una gran parte de mi vida ha transitado por los senderos de lo analógico y aunque pienso que no me manejo mal en las autopistas de lo digital, también soy lo que fui y una parte de mi cerebro sigue reaccionando a la vida de una manera€ digamos ´clásica´. Por ejemplo, si me envías un emoji con la lengua fuera, una de dos: o te estás burlando de mí o quieres chuparme la (añadir aquí lo que convenga). No soy capaz de interpretar más allá de lo que marca mi sensatez ante las relaciones humanas. Debería enviar un pantallazo con mis emoticonos más usados recientemente al publicista ese de Brooklyn que lleva un año analizando a las personas a través de los emojis que emplean cuando chatean, en sus mensajes de whatsApp o en redes sociales. Aunque sé que la combinación de esos elementos es definitiva para un buen diagnóstico -puro storytelling-, he comprobado que en la última semana he empleado doce caras amarillas -que van de la carcajada llorosa al lamento-, cuatro juegos de manos, dos cabezas de mono, un busto femenino masajeándose la cabeza y un corazón azul. Debería recuperar la caca sonriente. Pocas cosas hay más inquietantes que la simpatía de una boñiga.

Debo pertenecer a la última generación que no actualiza sus aplicaciones con la ansiedad de ser el primero. Tal vez mantenerme en el iPhone 4S ya es razón suficiente para dejarme adelantar por la izquierda. De hecho, llevaba más de un mes pensando qué me querrían dar a entender los amigos, conocidos y perfiles anónimos que me enviaban la cabeza de una especie de alienígena, en blanco y negro, enmarcada en un cuadrado. Supuse que se trataba del emoji de moda pero no alcanzaba a comprender su significado. En ocasiones el alienígena se combinaba con aplausos, otras con fuegos artificiales,€ pero aquello no acababa de tener un significado lógico en mi mente porcentualmente analógica. De hecho, ni siquiera tenía ese emoji en mi aplicación, lo que me impedía poder enviarlo para que, al menos, nadie me intuyera desfasado. La necesidad de pertenencia al grupo. Como afirmar que te gusta Marina Abramovic aunque no entiendas ni una palabra de lo que esa mujer lleva haciendo desde hace años. Así fue hasta que, hace apenas una semana, me atreví a preguntar qué (añadir aquí lo que convenga) significaba el maldito alienígena enmarcado. Y descubrí que no significaba nada. Que es el símbolo que aparece en tu pantalla cuando alguien te envía un emoticono que tú no tienes. Es el castigo por no actualizar tu aplicación. Digamos que el alienígena es una especie de orejas de burro en el rincón de la clase 2.0, para que puedan ratificar mis referentes analógicos.

Debo pertenecer a la última generación que diferencia actualidad y modernidad. La última generación que valora antes la educación que la sinceridad o la vehemencia. La última generación que busca información en Internet sobre algo que ha leído en papel. La última generación que se pone un cedé de Barbra Streisand sin sentimiento de culpa. La última generación que es capaz de reírse de lo peor. En definitiva, la última generación que (añadir aquí lo que convenga).

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