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Oblicuidad

Simpáticos neutrinos, la partícula Dickens

Simpáticos neutrinos, la partícula Dickens

Mi partícula subatómica favorita es el electrón. Tiene carga negativa, con esto bastaría. Además, permite expresiones poéticas como electrón libre o electrón deslocalizado. En fin, un electrón de cualquier átomo puede hallarse en cualquier lugar del universo, estadísticamente. Frente a la celeridad electrónica, el protón se erige en el indiscutible rey león del átomo, alrededor del cual orbita el materialismo. El pesado neutrón es un elefante, que fia el impacto a su corpulencia corpuscular.

Sin embargo, el Nobel de Física de 2015 se ha concedido a dos investigadores de los simpáticos neutrinos. Como su propio nombre, están desprovistos de carga eléctrica, y el diminutivo apela a que tampoco presumen de una masa relevante. Por lo menos, hasta que fue necesario pesarlos para tramitarles un pasaporte real, y de ahí el premio sueco.

Los neutrinos son la calderilla infinitésima, la partícula Dickens que anda mendigando con escudilla una identidad nutricia. A nadie se le ocurriría criticarlos ni ennoblecerlos. Cuesta tomarse en serio a un neutrón sin masa o un electrón sin carga, el Nobel solidario repara la desigualdad del orbe subatómico. El átomo más ligero pesa tanto como mil millones de neutrinos. Esta diferencia es del orden de la vigente entre los hombres más opulentos y más pobres del planeta. El Universo es homogéneamente injusto.

Millones de neutrinos me atraviesan mientras escribo este artículo, y a usted cuando lo lee. O en cualquier otro momento, no solo se movilizan cuando se les atiende. Proceden fundamentalmente de la mayor central nuclear del vecindario, a veces llamada Sol. Presuponemos que no interaccionan con nuestras células, pero prepárese para alguna sorpresa al respecto, porque este alarde de autonomía recuerda a quienes sostienen que Google no viola la intimidad de sus usuarios.

La personalidad de un científico influye definitivamente en el aprecio hacia su descubrimiento. En el caso de los neutrinos, guardan más de una similitud con su padre, Wolfgang Pauli. El físico más fascinante de su generación después de Einstein no necesitó descubrirlos, le bastó con proponerlos teóricamente para conferirles el hálito de la existencia.

Trasnochador y mujeriego, Pauli montaba su laboratorio en el cabaret. La atmósfera cargada debía alumbrar por fuerza una partícula bohemia y sin compromisos, el neutrino. El mundo vivió sin ellos antes de conocerlos, y aspira a prescindir de ellos tras haberlos descubierto. Apueste por una rebelión de los neutrinos a tono con su proscripción.

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