Diario de Mallorca

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Impresiones otoñales

Ser y no ser

Ser y no ser

A veces aparecen en los periódicos noticias en verdad insólitas, reportajes que son primicia pero no lo parece porque se refieren a cosas que uno creía que quedaban bien alejadas de la novedad. Esta semana, con motivo de la celebración (¿) de lo que ante se llamaba Día de la Raza, luego Día de la Hispanidad y ahora no sé ni si tiene nombre, nos hemos enterado, por ejemplo, que Cristóbal Colón llevó a cabo un genocidio en toda regla de los indios americanos sin siquiera descubrir el continente. Se ve que pasaba por allí y, ya que estamos, exterminó a la población local, o la evangelizó, o las dos cosas, pero todo eso sin presentación oficial siquiera.

El ser y no ser adquiere una dimensión mucho menos continental e histórica con la noticia que salió en este diario el jueves anunciando que si uno nace en el hospital de Inca no necesitará en adelante ir hasta el registro civil para que anoten el acontecimiento; se hará de oficio. Rayos. Así que eso no sucedía hasta ahora, que la circunstancia menor de nacer quedaba supeditada a la mucho más importante del certificado que lo atestigua. Gracias a esas aclaraciones se entiende mejor el drama que separa a quienes tienen y no tienen papeles. Aunque merced a la inventiva oficial hay situaciones intermedias. Por ejemplo, uno puede residir en Mallorca y hasta ahora había que demostrarlo no mediante el carnet de identidad que lo dice sino por medio del certificado que expiden los ayuntamientos a los efectos sobre todo de subirse a un avión o un barco. Luego salió la noticia de que tal engorro no era ya necesario, que las empresas de transporte podían acceder ellas mismas a los registros municipales y comprobar si es verdad lo que uno sostiene acerca del lugar en el que vive. Pero, oh misterio, cuando sacas el billete de avión por Internet a veces la compañía te dice que no es necesario enseñar el papel y otras, por el contrario, que sí. Como cabe suponer que todas ellas consultan las mismas bases de datos, la única explicación posible para que se obtengan resultados tan dispares es el que la administración haya dado con un sistema que permite ponerle a uno como residente en Palma, en Inca o en Tegucigalpa dependiendo de la hora del día en que se consulten los archivos o, tal vez, en función del signo del Zodíaco que corresponde a la fecha de nacimiento del solicitante.

En tiempos del generalísimo Franco, que me parece que fue quien inventó lo del Día de la Raza, existía un certificado magnífico, verdadero epítome de la metafísica y casi de la estética, que era la fe de vida. Consistía tal papel timbrado, sellado y con la firma reglamentaria, en el reconocimiento oficial de que uno estaba vivo en la fecha de su emisión. No recuerdo cómo hacía el interesado para demostrarlo ante la autoridad competente pero me parece que con el hecho simple de solicitarlo no bastaba. La autoridad competente siempre ha sospechado, con razón, de la actitud alevosa y traidora de sus súbditos, capaces incluso de fingir que están vivos sólo por dar la lata. Pero se van a enterar: hay que demostrarlo. Igual que hay que demostrar que uno nace por más que estos tiempos de relajo y vicio que nos acosan han terminado por eliminar ese requisito esencial cuando el parto sucede en Inca. Estoy por pedirle a Colón que renazca, solicite una fe de vida y extermine a los indígenas de la capital del Pla, es decir, a quienes nacen allí, en nombre de la igualdad de todos.

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