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Oblicuidad

Una sauna en Teherán

Una sauna en Teherán

Entre los conceptos ficticios, solo hay algo más arraigado que la tradición, los estereotipos. Lo redescubrí hurgando en mis prejuicios mientras hablaba con una cincuentona iraní sin salir de casa, gracias al millonario flujo turístico. Planteé el diálogo desde el paternalismo respetuoso hacia lo que llamábamos Tercer Mundo, antes de ser reprendidos por los profesionales de la solidaridad.

Imaginen pues mi estupefacción cuando la ciudadana iraní me habló, desde una cotidianeidad despojada de exhibicionismos, de "la sauna que tenemos en nuestro piso de Teherán". Estamos dispuestos a aceptar que Irán bordee el arma de plutonio, siempre que sea a costa de la miseria de sus habitantes. El sibaritismo de una vivienda de clase pudiente pero no opulenta desafiaba mi imaginario. La sola existencia de este segmento de población obliga a replantearse los tópicos sobre el planeta.

Cada ser humano está controlado por un teléfono móvil, millones de personas disponen de más de un aparato. Un automóvil ya no llama la atención ni en Corea del Norte, Mercedes tiene en la China su mercado más boyante. Sin embargo, estos signos externos palidecen frente a la sauna privada. Una sala forrada de madera a noventa grados establece un salto cualitativo, el momento en que cambian las prioridades domiciliarias.

Las servidumbres domésticas crecientes de un rosal, un jardín de césped y una sauna deforman la comprensión del país que se habita. No me sorprendió tanto la tolerancia de los ayatolás hacia un vicio intolerable para su rijosidad, sino el desasimiento frívolo del entorno que supone montarse un artificio de lujo en casa mientras una dictadura oprime la ciudad. ¿Hay tiendas de artículos de sauna en Teherán?

Ni por asomo quiero insinuar que la sauna resecara la sesera de su propietaria, hasta erradicarla de la realidad circundante. Perfectamente equilibrada, asumía que un endurecimiento del régimen le obligaría a emigrar a Estados Unidos. La conclusión demasiado fácil establece que el capitalismo rabioso se ha infiltrado en los recovecos más inesperados, sin necesidad de una democracia que lo apuntalara.

La sauna en Teherán confirma una Tierra plana sin necesidad de teorizar. De hecho, dos de las mujeres más inteligentes que he conocido eran iraníes, hoy exiliadas por motivos antagónicos. Son la emperatriz Farah Diba y la Premio Nobel Shirin Ebadi. La auténtica perplejidad surge ante la versatilidad de doctrinas retrógradas para amordazar a seres racionales.

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