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Desde EE UU

Café en Filadelfia

Café en Filadelfia

Siempre que voy al extranjero me encuentro con el mismo problema: cómo encontrar el término que se adecue más al café con leche español. Intentarlo en aquellos países donde el té vence el eterno dualismo al café es perder el tiempo. Véase China. He recorrido la mayoría de distritos de Pekín y he visitado varias ciudades del Gigante Amarillo cosechando numerosas decepciones. Incluso he pedido -infructuosamente- a camareros chinos que me dejen pasar la barra para hacer mi propio café con leche obteniendo, en el mejor de los casos, un cubo de leche espumosa con un agrio café. Sin embargo, es en Italia, allí donde no triunfan los Starbucks, donde he satisfecho de manera más rotunda mi hábito cafetero. De hecho, ya os hablé de ese largo e interminable menú sólo y exclusivamente de cafés que ofrecen en el Caffè degli Specchi de Trieste. Todo un paraíso para los cafeteros.

Pues con esa misma idea iba yo a los Estados Unidos. Un país que ha acogido a tantos italianos debe albergar grandes cafeterías; un país donde la gente pasea el café en mano, mientras va al trabajo, atiende a clientes, o, aun, mientras va en bicicleta (lo he visto). Con esa idea, me paré en un local de Walnut Street, Filadelfia.

Antes de llegar a mi mesa, cuidadosamente escogida tras un rápido análisis de los espacios y la distribución de la gente presuntamente ruidosa, me frenó una señorita invitándome a esperar de nuevo en la puerta. Así hasta que llegara mi turno en un bar donde había más personal que clientela. Una vez acatado el ritual inicial, la camarera que recibe a los clientes me adjudicó otra camarera que me acompañó muy amablemente hasta la mesa que había escogido. Un método de bienvenida que ante todo debe ser muy eficaz contra el desempleo. De esta manera, la camarera me dijo su nombre y que estaría allí para servirme durante mi estancia en el local. Por un momento llegué a pensar que había entrado en el lugar equivocado. Pero no, dije que sólo quería un café y, abrumado por tanto servicio no quise especificar detalles. Just coffee please.

El café en sí vino a ser esa mezcla de té y café que debió inventarse para los indecisos y a lo cual llaman american coffee. O café de filtro. Decepcionado con tanto circo y tan poca sustancia pedí la cuenta. He aquí cuando uno verifica todo eso que ha oído sobre las propinas y las tasas en América. Al precio que aparecía el café en el menú había que añadirle otro tanto de tasas. Y como yo sólo había venido a un rincón a tomar café sin exigir un gran servicio no consideré que debiera dejar propina. Imagínense, pagar unos ocho euros por una taza de agua sucia en un local cualquiera. Sin embargo, la camarera no lo considero educado y me espetó: ¿no me va a dejar propina? En fin, América.

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