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A cuatra patas

El sabor de los humanos

A los tiburones no les gusta la sangre humana - Cuando atacan a una persona, una vez que le han mordido, se alejan de ella y dejan que su cuerpo se debilite y se desangre antes de volver a devorarlo - El motivo es que el sabor les resulta sumamente desagradable

El sabor de los humanos

Hubo una época en la que, desgraciadamente, fue habitual para mí pisar numerosos platós de televisión en Madrid y Barcelona. Y digo, desgraciadamente, porque el motivo de mi presencia no era muy agradable que digamos.

Por aquel entonces, había irrumpido con fuerza la presencia de razas que, aunque eran muy desconocidas hasta ese momento, sin embargo, se situaron rápidamente en el tótem de las más vendidas. Me refiero a pitbull, rottweiler, american stanford, etc, etc.

Los pobres tuvieron tan mala suerte que, en muchos casos, cayeron fatalmente en manos de personas que, no sólo carecían de capacidad para tener animales de este tipo, sino que, por no tener, no tenían responsabilidad ni para tener a un grillo como animal de compañía.

Sólo tuvieron que pasar unos meses para que comenzaran los problemas. Al principio fue sólo alguna mordedura aislada pero, más tarde, se repitieron con tanta frecuencia los ataques que acabaron rompiendo en mil pedazos aquel viejo axioma de las facultades de periodismo que afirmaban que, no era noticia que un perro mordiera a alguien, sino que alguien mordiera a un perro.

Los medios de comunicación se hicieron eco, uno tras otro, de todos los ataques de perros de presa que se producían y comenzaron a llamarme para poner el contrapunto e intentar explicar lo obvio y es que, algunos de los perros denominados potencialmente peligrosos, no lo eran por raza, estirpe o nacimiento, sino que dicho comportamiento venía, en muchos casos, marcado por sus dueños o por las condiciones en las que se había educado o, mejor dicho, maleducado a éste.

Recuerdo el escándalo general que se produjo en el programa de Ana Rosa Quintana cuando manifesté que, para algunos, tener un perro de presa no era sino una prolongación de su pene. Todos se llevaron las manos a la cabeza. Aún no sé por qué. En realidad, lo que intentaba explicar era tan simple como que había, y me temo que aún hay, personas que buscan en estos animales, no un animal de compañía, sino simplemente una imagen, un estereotipo de lo que querrían ser y no son. Ni más ni menos.

Muchas veces me preguntaron en aquellos espacios televisivos, qué tipo de dueño era para mí el ideal para cada uno de esos perros. Siempre decía lo mismo. Aquella persona que lo tiene porque se lo ha encontrado, se lo han regalado o le ha dado pena y lo ha adoptado en algún albergue o refugio. Los que sólo buscan un animal potencialmente peligroso porque les gusta, no deberían tenerlo jamás.

A lo largo de mi vida he podido conocer, tratar e, incluso, pasear a perros que han matado a personas. No digo mordido ni atacado, por graves que fueran las heridas, digo matado. Siempre me ha impresionado ver sus miradas tristes, vacías y su infinita soledad. Todos esos animales de compañía, tras el ataque, pasaban a ser seres solitarios sin sombra ni compañía.

También he conocido y cuido a diario a otros animales salvajes que han probado la sangre humana. A aquellos leones, por ejemplo, que atacaron a unos turistas que se saltaron todas las barreras de seguridad y se acercaron a ellos como si fueran gatos. O aquel otro león que, cuando se acercó una mujer a tocarle a través de la valla en el parque en el que vivía, le arrancó de un sólo mordisco el brazo.

Todos ellos viven ahora con nosotros en el Arca y, la verdad, viéndolos de cerca hasta podrían parecen inofensivos pero, si algo han demostrado, es que no lo son.

Recuerdo la primera vez que entré por el pasillo que conforma la doble valla de seguridad que rodea su recinto. Me paré en la puerta de una de las jaulas. Uno de los leones ronroneó contra los barrotes de la misma como si fuera un gato. Me acerqué a él. Sólo nos separaba una simple valla.

Pude sentir, a través de la misma, cómo su melena se peinaba entre mis dedos. Él estaba tranquilo y yo también. Pero, de pronto, sin más, me miró fijamente, encogió los ojos extrañado por mi atrevimiento o mi presencia tan cercana y, en un momento, sin más, tensó la calma. Su boca se abrió y rugió con toda su fuerza.

Sentí perfectamente la bocanada de calor de su boca. Me envolví en su olor y quedé paralizado por el sonido tan profundo y, a la vez, tan intenso de su garganta.

Entonces recordé de golpe que, aquel animal que se mostraba ahora amenazador ante mí, el mismo que había estado acariciando tan sólo unos instantes antes, había matado ya en el pasado a varias personas que, seguramente igual que yo, se olvidaron un mal día de que él era, por encima de todo, un león.

Quizás por eso ahora muchos centros ya no lo quieren, seguramente por aquella vieja leyenda de que aquel animal que ha probado la sangre humana volverá a intentarlo de nuevo. Ya ven, el ser humano siempre pensando que sabe a miel cuando quizás, como en el caso de los tiburones, nuestro sabor para ellos es a hiel.

Al fin y al cabo, para animales que han sido, en muchos casos, sacados de su medio, maltratados, mutilados y hasta finalmente abandonados, ¿a qué podemos saber nosotros? Como mucho, mucho€ a traición y explotación.

Nota: En el Arca de Noé rescatamos aquellos animales salvajes que necesitan ayuda.

Más información en

www.fundacionraulmerida.es o

www.animalesarcadenoe.com

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