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Desde China

Viaje a la Provenza (II)

Viaje a la Provenza (II)

A diferencia de China u otros países más exóticos, la Provenza no ofrece grandes sobresaltos a sus turistas. Es otro tipo de turismo más natural, tradicional digamos. No hay monos enjaulados en mitad del monte como en Yunnan, la gastronomía es absolutamente excelente y apta para el más suspicaz, no hay el ajetreo típico de Brasil ni tampoco la luz tenue de los fiordos noruegos, etc. Ante todo es arte, tranquilidad, calor y luz.

Llegamos a altas horas de la madrugada a Manosque. La recepcionista de nuestro hotel nos había dejado un sobre en el buzón con mi nombre escrito y las llaves de la habitación dentro: Pour Alehandro Condé. Qué fácil y agradable, pensé. Echamos un breve pero profundo sueño y al día siguiente ya estábamos en marcha para conocer la región. Me encanta viajar a lugares pequeños, allí donde las personas siguen dejando las puertas abiertas de sus casas, donde aún permanece lo tradicional sobre lo cosmopolita, donde la globalización aún no ha hecho estragos culturales. Esos lugares son los más auténticos a fin de cuentas. ¿Qué sentido tiene viajar hasta Mallorca para comer en franquicias americanas? El mismo que viajar a la Riviera Maya y no salir del complejo hotelero. Supongo. Pero claro, haya cada uno con sus preferencias.

La Provenza, en general, sigue ofreciendo esa pureza que fue objeto de grandes artistas. En el siglo XIX, si bien París era la cuna del arte, la Provenza era un paso más allá, una especie de Olimpo para grandes artistas. El castillo de Vauvenargues, donde está enterrado "nuestro" Picasso, las peripecias de Van Gogh por la zona, las descripciones de, la amiga de los mallorquines, Georges Sand lo atestiguan. Sin embargo, si hay un artista que destaque por encima de todos por su relación con el entorno provenzal, ése es Cézanne.

En mis clases de pintura solían decirme que los objetos, la materia, es resultado de las formas geométricas. Por tanto, al dibujar alguna cosa debía imaginarme las esferas, los cuadrados, los triángulos que la forman. Como si el universo fuera un saco de formas regulares. Esto mismo es Cézanne, un pintor en busca de la esencia, fruto de su momento y sobretodo de este gran entorno. Así, hablando de pintura y artistas, pasamos la tarde Katja y yo, sentados en Le Café de nuit, la cafetería de Arlés que Van Gogh había pintado hace ya 127 años. En fin, una región muy recomendable.

*Después de haber vivido en Londres, a bordo de un crucero, dos años en China, ha decidido volver a la isla donde estudia Historia del Arte y viaja cada dos o tres meses a algún punto del globo.

condegeli@gmail.com

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