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Oblicuidad

´Financial Times´, papel sushi de salmón

´Financial Times´, papel sushi de salmón

Confieso que el domingo cumplí con cierta aprensión mi rutina de comprar el Financial Times del fin del semana, un cóctel de papel con una calidad inigualable en el zoco de internet. Por primera vez en siglo y medio, el editor de la biblia de la City londinense era japonés. Admito que esta precisión geográfica rezuma xenofobia. Tampoco sé cómo me enfrentaría a un Quijote reescrito en Corea, ahora que el argelino Kamel Daoud ha reconstruido desde la otra orilla El extranjero de Camus.

La adquisición del aristocrático FT por el grupo Nikkei ha servido para descubrir que Japón cuenta con un diario económico con una tirada de tres millones de ejemplares diarios, que supera a la suma de las veinte cabeceras más vendidas de la prensa española en todas las categorías. Por tanto, la sorpresa no estriba en la unión entre gigantes, sino de nuevo en el pasaporte del adquirente. En el desplazamiento de la economía y de la prensa económica hacia Oriente, hubiera desentonado menos la inyección de capital catarí, chino o hasta ruso.

Mil millones de euros han dejado boquiabiertos incluso a quienes no disimulan su devoción por el FT. Cuadruplica la cantidad pagada por Jeff Bezos para empuñar las riendas del Washington Post. El riesgo se centra en la colisión cultural que explica mi vacilación ante el quiosco. Y el desliz xenófobo se debe a que las prevenciones hubieran sido menores si se hubiera concretado el comprador vaticinado. Es decir, el grupo alemán Axel Springer que edita el sensacionalista Bild, y que se hubiera equiparado al amarillento Rupert Murdoch cuando requisó el señorial Wall Street Journal.

El salmón FT se edita hoy en papel sushi de salmón. Mi primer contacto con el nuevo periódico japonés transcurrió sin turbulencias, pero es demasiado pronto para advertir la confraternización entre empresas y periodistas que la prensa anglosajona denigra en la nipona, la diferencia entre montar jaleo y jalear. El periódico seguía mirándome con su mentón alzado, y desde su displicencia revestida de ironía.

En un rasgo inusual en las ardorosas geografías latinas, el FT informó con deliberación y asepsia sobre la ceremonia de compraventa. Se distanció de sí mismo para analizar la repercusión sobre la línea editorial. Esbozó las dudas obvias, mientras los nuevos administradores japoneses prodigaban llamadas a la calma nada tranquilizadoras. La crónica no alcanzaba el enfoque festivo del Sunday Times, que coronaba su relato con un rotundo "Sayonara".

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