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48 horas para descubrir lo mejor de Budapest

El Palacio Real de Budapest visto desde el puente de la capital húngara.

Suele decirse que el Danubio, el gran río que atraviesa Europa, divide Budapest en dos partes que son las que dan nombre a la ciudad: Buda y Pest. Pero la realidad es casi la contraria. El Danubio une las dos antiguas ciudades formando una sola. Es ese río prodigioso el que da sentido a la capital de Hungría, el que permite apreciar en su verdadera dimensión las dos partes. Los que conocen bien la ciudad advierten a los visitantes que la mejor forma de apreciar su dimensión y belleza, es admirar Pest desde las colinas de Buda y contemplar Buda a la sombra del gigantesco Parlamento de Pest. De esta forma se tiene una idea muy completa de su tamaño, se valoran mejor las proporciones y resulta muy fácil localizar los edificios que se quieren visitar. Todo es posible gracias a la perspectiva que el Danubio proporciona. El río, en efecto, adquiere en este tramo un significado muy especial y da una nueva dimensión a la ciudad. La belleza de los edificios reflejados en sus aguas forma, sobre todo al atardecer, un espectáculo difícil de describir. Por la noche, cuando las siluetas se desvanecen, los puentes y monumentos iluminados adquieren un aspecto mágico. Todo el esplendor de épocas pasadas, cuando la ciudad era el centro del gran Imperio Austro-Húngaro, parece volver a resurgir.

Buda representa lo mejor del pasado. En lo alto de la colina se erige el antiguo Palacio Real, la iglesia Matías, el Bastión de los Pescadores y la ciudad civil medieval de Buda, agradable y acogedora como una pequeña aldea. Enfrente, en la llanura, se extiende Pest, la ciudad de la libertad y la vitalidad, con sus oficinas, casas suntuosas y locales mundanos. Pest es el presente, se encuentran en esta parte de la ciudad la mayoría de los teatros, cines y clubs, muchos restaurantes, cafeterías y tiendas deslumbrantes.

Una buena forma de tener una visión global de la ciudad es subiendo a lo alto de la Colina Gellért, a cuyos pies está el célebre balneario del mismo nombre, donde se encuentra la Ciudadela. Desde el borde de las murallas y en varios miradores se consigue una espectacular perspectiva de Buda y Pest abrazadas por el Danubio.

Recorriendo Buda

Quienes hagan el recorrido por su cuenta a pie, pueden iniciarlo tomando el Sikló, el funicular construido en 1870 que parte de la Plaza de Adam Clark, donde está el Kilómetro O junto al Puente de las Cadenas y sube hasta el Palacio Real. El lugar donde termina el funicular, junto a la entrada a los jardines del Palacio Real, es un buen puesto de observación para apreciar la singular panorámica de Budapest y vivir el ambiente del verdadero corazón de Buda. Aquí, los viejos edificios, testigos de un pasado glorioso, se muestran en todo su esplendor. Algunos de ellos han sido escenario de sucesos históricos que conmovieron a Europa. Es el caso, por ejemplo, de la Iglesia de Matías, donde los ciudadanos de Buda excomulgaron al papa Bonifacio VIII en el año 1302. El enorme complejo del Palacio Real ha sido reconstruido al menos seis veces en los últimos siete siglos. Hoy ya no tiene utilización como residencia pero su amplia superficie permite albergar dos de los más importantes museos de la ciudad: la Galería Nacional de Hungría y el Museo de Historia de Budapest. En la primera y a lo largo de cuatro plantas se expone la evolución del arte húngaro desde el siglo XI.

Fuera del Palacio los pasos se encaminan hacia la iglesia Matías es el corazón del Barrio del Castillo, y éste el centro de Buda. Es uno de los lugares más románticos y bellos de Budapest. Casi cerrado al tráfico, es un sitio perfecto para pasear contemplando sus bellas muestras de arquitectura y arte o para hacer un alto en alguno de sus buenos restaurantes y agradables terrazas. En la plaza, frente a la puerta principal de la iglesia, está el monumento a la Santísima Trinidad, uno de los muchos que se encuentran por toda Europa Central, en agradecimiento por haberse librado de la peste.

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