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Rato: plan A y plan B

Rato: plan A y plan B

Rodrigo Rato fue visto saliendo de un cursillo del proyecto integral de San Vicente de Paúl, donde asistió a un cursillo de formación para voluntarios en un comedor social de las Hijas de la Caridad. Ahí tenemos a un prohombre que primero bombardea a la población y luego acude con una tirita para socorrer a los heridos. Está en la vanguardia del deslizamiento social por el que la caridad, la solidaridad, la asistencia, el voluntariado ya son el plan A. El Estado no asiste a la gente. Asiste, pasivo, a las decisiones de los consejos de administración porque no le corresponde regular, ni intervenir, ni asistir demasiado para no crear un caldo de cultivo que favorezca el parasitismo. Donde no llega el sistema que acudan las monjitas, los jubilados, los jóvenes solidarios... Rodrigo Rato pasó cuarenta años trabajando en el plan A, es decir en el Estado, primero en la oposición, luego en el gobierno, después en las instituciones internacionales que velan por el capitalismo (como si necesitara más paladines), más tarde en las privadas que juegan en la primera división del dinero. El plan A debería ser que la sociedad funcionara de tal forma que sus miembros pudieran vivir con desahogo. El pacto es ese y, si no se cumple, lo normal es romperlo. Desde sus puestos en el plan A, Rodrigo Rato debería haber velado por los intereses de la mayoría, si tiene el prurito de preocupación por los demás que parece mostrar acudiendo al voluntariado, que era el plan B e intervenía cuando fallaba el anterior. Pero no es así. El plan A, el sistema, no falla, está bien así, esquilmando y dando sopa. Por eso Rato sacó al mercado una oferta engañosa y sonrió para que compraran las personas que confiaban en que un exvicepresidente del gobierno no les engañaría. Rato podría haber hecho mucho trabajando para que la gente comiera en casa, mucho más que ahora ayudando a poner la mesa en el comedor social, pero eso va contra el sistema.

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