Un juzgado de Palma ha condenado a ocho meses de prisión por un delito de maltrato animal al dueño de una gran finca de Santa Eugènia por colocar o hacer que colocaran cebos envenenados en las inmediaciones de su propiedad que provocaron que cinco perros de sus vecinos resultaran intoxicadoscinco perros de sus vecinos resultaran intoxicados y tres de ellos finalmente murieran en marzo de 2015.

El magistrado también ha impuesto al acusado, un cazador español de 62 años, ocho meses de inhabilitación para ejercer cualquier profesión, oficio o comercio que tenga relación con los animales. En concepto de responsabilidad civil, el juez ha fijado una indemnización de 338 euros para un matrimonio mayor por los gastos veterinarios que tuvieron, ya que sus dos canes se envenenaron. La sentencia, que aún no es firme, deja abierta la puerta para reclamar por la vía civil otras compensaciones por los daños morales derivados de los fallecimientos de los perros y otras cantidades que se determinen en ejecución de sentencia por la muerte de los animales.

Según se declara probado, los hechos ocurrieron a principios de 2015. El sospechoso, propietario de la finca s'Atalaia, la más grande del municipio de Santa Eugènia, colocó o hizo colocar en los alrededores de su propiedad, en algunos de los lindes delimitados con pared de piedras, una serie de cebos envenenados.

El preparado era una mezcla de comida para gatos con mesurol, veneno para caracoles, que contiene metiocarb, producto que da lugar a un severo envenenamiento y puede provocar la muerte del animal que lo ingiere.

El magistrado detalla que no se ha podido determinar cuál era la finalidad del hombre, pero sí que este sabía que los cebos podían ser ingeridos por canes de las fincas colindantes. Esta actividad la llevó a cabo el acusado, al menos, en 2015 y dio lugar a varios envenenamientos.

Así, el 12 de marzo de 2015 dos perros de un matrimonio mayor, residentes en una finca cercana en el Camí de sa Torta, se intoxicaron. Uno de ellos, llamado Fosca, murió. El mismo día, otros dos canes de una mujer de la misma zona se envenenaron y fallecieron. Finalmente, entre marzo y abril de ese año, otro animal propiedad de un hombre se escapó de una finca de los alrededores y regresó en mal estado. El dueño, que conocía el antídoto, le hizo beber leche con sal y el can se recuperó.

Según destaca el magistrado, de toda la prueba practicada en el juicio y por mucho que la defensa haya tratado de demostrar que el acusado es un amante de los animales ("y lo que ha quedado claro es que efectivamente es un cuidadoso amante de sus animales y que colabora, en la medida de sus propios intereses, con asociaciones proteccionistas"), todos los indicios llevan a la inequívoca conclusión de que los cebos envenenados fueron elaborados y colocados por el sospechoso o por indicación suya y que la ingesta de alguno de esos cebos causó la muerte de los perros.

El juez argumenta que no ha quedado acreditado que el acusado actuara con la finalidad de eliminar animales depredadores para favorecer la actividad de caza en su finca. En todo caso, su objetivo sería el de eliminar los perros de las fincas cercanas, por lo que existiría dolo eventual.

En esta causa, estaban personados como acusación el grupo ecologista GOB y una asociación de cazadores. En 2004, la Audiencia de Palma condenó al hombre por dos delitos contra el medio ambiente, uno por uso ilegal de cebos envenenados en su finca y otro por verter escombros en un torrente de la propiedad en un área natural de especial interés.