La autopsia realizada al cadáver hallado el día antes en un sótano de unos chalés de Cala Lliteres, en Capdepera, descartó la muerte violenta. Los forenses no han podido determinar las causas del fallecimiento y han tomado muestras que serán analizadas en un laboratorio en busca de sustancias tóxicas. De igual manera, el avanzado estado de descomposición ha impedido identificarle oficialmente. Sin embargo, los invetigadores están casi seguros de que se trata de Kai Uwe Palma, un cocinero alemán que trabajaba en la zona y que desapareció el pasado 17 de agosto, y la principal hipótesis que se maneja es que se suicidó.

Los restos fueron descubiertos sobre las nueve de la mañana del jueves por un fontanero, que había sido contratado por la comunidad de propietarios de los chalés, que se quejaban del mal olor procedente del sótano, en el número 33 de la calle Romeros, en la urbanización de Cala Lliteres, en Capdepera. El trabajador inspeccionó una zona de difícil acceso en el garaje comunitario, entre la pared de la montaña y los cimientos del edificio, y se encontró con un cadáver en avanzado estado de descomposición.

Tras recibir los primeros avisos, varias dotaciones de la Guardia Civil acudieron al lugar e iniciaron la investigación. El lugar donde estaba encajonado el cuerpo tenía un acceso tan difícil que fue necesario la intervención de miembros del Grupo de Montaña de la Guardia Civil para sacarlo.

Los agentes de la Policía Judicial realizaron una detenida inspección ocular, examinaron el lugar donde estaba el cuerpo y el camino que habría seguido para entrar allí. Finalmente el cadáver fue levantado, una vez se contó con la autorización judicial, a la una menos veinte del mediodía.

Seis meses desaparecido

Desde un principio se trabajó con la hipótesis de que se trataba de Kai Uwe Palma, un alemán de 28 años que desapareció el pasdo 17 de agosto. El joven llevaba unos meses trabajando como cocinero en un restaurante ubicado en Cala Agulla, a unos 700 metros de distancia de donde se encontró el cuerpo. Según dijeron sus compañeros de trabajo, aquel día de verano se había comportado de una forma extraña. Se marchó del local dejando allí su móvil y la cartera, con documentación y dinero. No volvieron a verle. La ropa del cadáver coincidía con la que el alemán llevaba el día que desapareció.

A pesar de todos estos elementos coincidentes, el avanzado estado de descomposición del cuerpo impedía identificarle por la fisonomía. Será necesario cotejar muestras de ADN con el de su familia para confirmar oficialmente su identidad, un proceso que se puede demorar semanas.

Mientras tanto, ayer se le practicó la autopsia al cadáver en el Instituto Anatómico Forense de Palma. Este examen ha permitido descartar la muerte violenta, pero no se ha podido concluir la causa exacta del fallecimiento. Los médicos tomaron muestras de los tejidos que serán analizados en un laboratorio para determinar la presencia de tóxicos.

A falta de la conclusión de las investigaciones, cobra fuerza la hipótesis del suicidio. De acuerdo con esta línea de trabajo, el joven cocinero se habría introducido por sí mismo en el escondrijo y una vez allí habría acabado con su vida. Sin embargo, la Guardia Civil mantiene abiertas todas las posibilidades mientras se prosiguen con las diligencias.

La desaparición de Kai Uwe Palma había originado ya intensas investigaciones por parte de la Guardia Civil. Incluso varios policías alemanes viajaron a Mallorca para colaborar en las pesquisas.

El joven, que se había instalado en la isla unos meses antes, vivía en Capdepera y trabajaba en un restaurante de comida rápida de Cala Agulla. Su madre había venido a verle en verano y, según declaró posteriormente a los investigadores, le había visto bien. Su último contacto con él, por teléfono, había sido el 8 de agosto.