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Guardia Civil

El fino olfato de la Guardia Civil

El Grupo Cinológico de la Benemérita está especializado en búsqueda de drogas, explosivos o personas desaparecidas

Los miembros del Grupo Cinológico en el puerto de Palma: los guardias Ángel y Esteban y el cabo Miguel Ángel, con Jabato, Bo y Félix.

Félix husmea entre el equipaje y empieza a rascar con la pata una maleta azul. Es una señal que Esteban, su guía, interpreta de inmediato: aquí hay droga. Son las siete de la mañana y amanece en el puerto de Palma. La Guardia Civil realiza un control entre los vehículos que acaban de desembarcar de un ferry procedente de la península y el perro especializado en detectar estupefacientes ha “marcado” una maleta. La valija es trasladada junto a su dueño a una oficina cercana para ser sometida a un registro. En un principio los guardias tienen dudas. Hay varios recipientes con comida cuyo olor podría haber confundido al animal. Pero poco después confirman que Félix no se ha equivocado. Oculto en el equipaje aparece un paquete. Se trata de un trozo de polen de hachís de unos 50 gramos, metido dentro de un preservativo y envuelto en cinta de embalar. Pero ni eso ni colocarlo junto a los recipientes con comida han evitado que el perro y su guía lo detectaran.

Los chalecos reflectantes de los guardias civiles relucen en el puerto de Palma. Los agentes del Grupo Fiscal han empezado su jornada a las seis de la mañana, todavía noche cerrada, con un control en la salida del Dique del Oeste, por donde pasan todos los vehículos que acaban de desembarcar de alguno de los ferrys procedentes de la península. Junto a ellos hay tres guardias con un uniforme diferente, cada uno acompañado por un perro. Se trata de los miembros del Grupo Cinológico de la Guardia Civil, los guías que trabajan con canes especialmente adiestrados para detecer el olor de drogas, explosivos o personas.

“El grupo está formado por seis guardias y un cabo, y disponemos de quince perros, adiestrados para detectar droga, explosivos o personas. También hay otras especialidades, como búsqueda de veneno, restos biológicos, dinero, o acelerantes de incendio, pero aquí no tenemos ninguno. Cuando se necesita algo tan específico se manda traer desde Madrid”, explica el jefe del Cinólogico, el cabo Miguel Ángel Homar. “Todos, tanto los perros como los guardias, hemos hecho el curso en la Escuela de Adiestramiento de Perros que la Guardia Civil tiene en el Pardo, en Madrid. Es un cursillo de seis meses en el que te adjudican ya el perro con el que trabajarás. Porque es fundamental la conexión entre el perro y el guía”.

Los miembros del Grupo Cinológico mantienen una relación muy cercana a sus perros, porque la capacidad para detectar los rastros se basa en el instinto de juego del animal. A lo largo de su adiestramiento se le hace relacionar la sustancia que buscan, ya sean explosivos o drogas, con un juguete -por lo general un mordedor de trapo-. Por eso es importante que, cuando se produce una detección positiva, como en el caso del hachís en el puerto, rápidamente el guía le entrega al perro el mordedor, el premio por haber encontrado el rastro. Al final, para el animal es un juego y el guía lo anima con muestras de alegría. “Se estimula su instinto de caza, buscar una presa”, comenta Esteban, un veterano guardia, que lleva en el grupo desde 1982. “No se puede hacer con castigos ni como una obligación. No es eficaz”.

En el operativo del puerto participa también Jabato, un pastor alemán especializado en la detección de explosivos. Ángel, su guía, es otro experto, miembro del Grupo Cinológico desde el 2000. Explica que nunca ha detectado explosivos en Mallorca: “Gracias a Dios, esto no es Kabul”. Pero no puede bajar la guardia. Aprovecha la salida para realizar una práctica y coloca una lapa con una pequeña cantidad de Goma-2 en el coche de un colaborador. Recorre junto a Jabato varios vehículos y al llegar al que tiene el explosivo, el animal se sienta. Es su forma de “marcar”.

“Se puede hacer de varias formas”, explica Ángel. “También se les puede enseñar a señalarlo con el hocico, pero en el caso de explosivos es mejor no tocar, para evitar una deflagración”.

Pero el puerto no es la úna zona de actuación de este grupo. El Cinológico realiza controles habituales en el aeropuerto, donde los perros controlan tanto el equipaje como la paquetería.

También intervienen en las inspecciones en la prisión, donde se revisan los paquetes y las visitas a los internos. En el último año han permitido detener allí a una docena de personas. “En estos casos el que intenta introducir droga en la cárcel queda inmediatamente detenido, ya que se trata de tráfico de estupefacientes, por poca cantidad que sea, y se enfrenta a severas penas de prisión”, advierte el cabo Miguel Ángel.

El Grupo Cinológico participa también en trabajos de apoyo a otras unidades que lo requieren, en controles de carretera, registros domiciliarios, inspección de edificios oficiales o búsqueda de desaparecidos.

“Podemos ser muy eficaces en operaciones antidroga, cuando hay que buscar sustancias escondidas en lugares grandes, como fincas o chalés”, continúa Miguel Ángel. “Recientemente encontramos un kilo de hachís que habían enterrado en el patio de una casa. Se había mirado en el interior del domicilio sin hallar el alijo, pero el perro lo detectó finalmente en una bolsa que estaba enterrada. Allí el perro hizo un buen trabajo”.

El dispositivo de control en el puerto es rápido. Los agentes son conscientes de que no pueden ralentizar el tráfico de salida. Los guardias detienen parte de los vehículos de forma aleatoria, realizan un examen visual, pasan los perros y controlan la documentación. En la mayoría de los casos los conductores apenas permanecen parados cinco minutos antes de continuar la marcha. A las ocho de la mañana se levanta el control. Hasta el día siguiente.

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