"¡Qué susto! ¡Muchas gracias por todo! ¡Gracias a vosotros estoy viva!". Jacqueline Norrman se expresa con total fluidez en un español con marcado acento francés. No en vano, según comenta, lleva 50 de sus 93 años viviendo en Mallorca. Y la pasada semana se enfrentó a una de las peores situaciones en su larga vida, cuanto fue rescatada in extremis de su casa de Santa Ponçarescatada in extremis de su casa de Santa Ponça por dos agentes de la Guardia Civil, que se arriesgaron hasta el límite para subir tres pisos por una escalera completamente inundada de humo -"No veíamos nuestras linternas", comentan-. Los guardias derribaron a patadas la puerta de su apartamento y la llevaron en volandas hasta un lugar seguro. Ayer, una semana más tarde, se reencontraron con ella y pudieron recibir sus muestras de agradecimiento.

Todavía se percibe un fuerte olor acre a quemado cuando te acercas al edificio Florymar, en el número 10 de la calle Ramón de Moncada, en Santa Ponça. En uno de los apartamentos de la sexta planta se declaró en la madrugada del jueves de la semana pasada un violento incendio, que obligó a desalojar a los cerca de cincuenta vecinos que estaban en sus casas. El fuego destruyó completamente uno de los apartamentos, pero no provocó daños personales. Y esto fue, en gran parte, gracias a la actuación de las patrullas de la Guardia Civil del puesto de Calvià que detectaron en un primer momento el incendio y desalojaron el inmueble.

Ricardo y Eduardo, de 35 y 24 años, son dos de esos guardias. Ayer, una semana después, regresaron al inmueble y recordaron lo ocurrido. "Estábamos de patrulla esa madrugada", explica Eduardo. "Recorríamos la zona de costa cuando reparamos en la columna de humo que salía del edificio. Todavía no había llamado nadie al número de emergencias. Decidimos acercarnos y entonces vimos las llamas que salían por las ventanas".

Fuego desatado

El incendio se había desatado en apenas unos minutos. De hecho, Ricardo, que iba en otra patrulla, había pasado por esa calle poco antes y no habían notado nada raro. "Los compañeros nos alertaron por que necesitaban ayuda urgente, así que volvimos aquí y comprobamos que el fuego estaba ya desatado".

Se juntaron dos patrullas de la Guardia Civil, cinco agentes en total, y empezaron a desalojar a toda prisa a los vecinos. Enormes llamaradas salían por las ventanas del piso siniestrado y el humo se había extendido por la escalera comunitaria.

"Fuimos aporreando las puertas de todos los apartamentos, despertando a los vecinos y haciéndoles salir", explica Ricardo. "Fue muy complicado, porque había muchos vecinos y la gran mayoría eran personas mayores. También había familias con niños pequeños que teníamos que sacar en brazos, mientras cada vez se llenaba todo más de humo".

Pasados estos primeros minutos, cuando la mayoría de los vecinos se encontraban a salvo en el exterior del edificio, surgió la alarma. La portera de la casa les explicó que echaba en falta a una vecina. "Nos dijo que no veía a la señora del apartamento 81A", comenta Ricardo. "Una mujer muy anciana, sorda y casi ciega. Su apartamento está justo encima a donde se produjo el incendio, y todo el humo le daba de lleno".

Apenas dudaron un segundo. "Miré a Eduardo y le dije: ¡Vamos!". Los dos agentes volvieron a subir, tres pisos por escaleras invadidas por el humo, hacia el piso que lamían las llamas "Los bomberos todavía no habían llegado, no podíamos perder tiempo. Nos tapamos un poco la nariz y tiramos para arriba. Conforme íbamos subiendo íbamos abriendo las ventanas de la escalera, pero estaba lleno de humo. Tanto que no veíamos nuestras propias linternas".

Localizaron rápidamente la puerta del apartamento y aporrearon la puerta. Nadie abría. "Nos habían avisado de que la señora está sorda, así que tiramos la puerta abajo. No quedaba otra", cuenta Ricardo.

Entraron en la casa, donde ya empezaba a acumularse el humo y el suelo quemaba, Y allí, durmiendo en la habitación, encontraron a la señora. "Yo había oído los golpes en la puerta, pero me pensaba que era una tormenta", explicaba ayer la mujer.

Los agentes despertaron a la mujer, que al principio no entendía qué hacían esos dos jóvenes uniformados en su dormitorio. Mientras uno la ayudaba a vestirse, porque se negaba a salir en ropa interior, el otro mojaba toallas para poder respirar.

"Cuando salimos nos encontramos con otro guardia y dos policías locales que venían a ayudarnos", prosigue Eduardo. "Y nos dijeron que había otra escalera en la que no había tanto humo. "Así que bajamos por allí".

Los guardias bajaron a la anciana en volandas. Cada uno la llevaba de un brazo y la mujer casi no tocaba el suelo. "Fuimos con mucho cuidado para no hacerle daño", añade Eduardo. Finalmente lograron salir todos al exterior ilesos, aunque tanto los guardias como los policías locales y la mujer tuvieron que recibir oxígeno al resultar intoxicados por inhalación de humo.

Ayer los dos guardia visitaron a la anciana, que tuvo ocasión de mostrarles su gratitud: "¡Qué susto! Fue terrible. Estoy viva gracias a ellos", comentaba.

Mientras, los guardias recordaban los sucedido y admitían que lo pasaron mal "Todo salió muy bien, pero la verdad es que hubo momentos en que nos vimos muy apurados. Una vez arriba no sabíamos si podríamos bajar".