De puertas para fuera, este centro hípico de las afueras de Palma era un lugar selecto, donde se celebraban bodas, bautizos y comuniones. Según su página web, "un multiespacio dedicado al mundo de la equitación". De puertas para adentro, era un sitio donde presuntamente se explotaba a sus trabajadores con jornadas interminables y a los caballos se les negaba el veterinario y eran enterrados clandestinamente en la finca.

Investigadores de la Unidad Contra Redes de Inmigración y Falsificación (UCRIF) de la Policía Nacional han detenido al empresario por un supuesto delito contra los derechos de los trabajadores y por maltrato animal.

Mientras los contratos de trabajo de los empleados -tres rumanos y un español- eran de 30 horas semanales, se veían obligados a hacer jornadas de 12 horas diarias. Su sueldo difícilmente superaba los 800 euros, se les prohibía disfrutar de las vacaciones y tampoco se les abonaban. Si se suspendía la relación laboral, el empresario tampoco les pagaba el correspondiente finiquito.

A raíz de las denuncias recibidas, los efectivos de la UCRIF activaron la denominada 'Operación Vado'. Las pesquisas se iniciaron el pasado mes de noviembre tras constatar las condiciones laborales abusivas a las que era sometida la plantilla.

Los trabajadores hacían funciones de camareros, cocineros, limpieza o bien labores de mantenimiento. Las pésimas condiciones laborales iban acompañadas por un continuo trato vejatorio. "¡Inútiles, no valéis para nada!", solía decirles el empresario. Las cargas familiares o la hipoteca obligaba a los trabajadores a acatar las órdenes para mantener su única fuente de ingresos.

Mataba gatos con la escopeta

Los animales no eran ajenos a este trajo vejatorio. Cuando los caballos estaban enfermos, no se avisaba al veterinario para ahorrarse el dinero. En su lugar, un empleado les suministraba medicamentos. A tiro de escopeta, el dueño mataba gatos en la finca.

Cuando la enfermedad de los equinos se agravaba y no tenían cura, el propio dueño del club los sacrificaba. A continuación, los caballos eran enterrados de manera clandestina en la finca situada en la carretera de Puigpunyent. Algunos de estos enterramientos los hacía junto a acuíferos en los que brotaba agua. El empresario hacía caso omiso a las advertencias de los empleados.

Otra actividad ilegal que se realizaba en dicha finca era el desguace de embarcaciones inservibles. Los trabajadores no usaban equipos de protección y la fibra de vidrio, una material altamente contaminante, se enterraba también en la finca.